Editorial /
Hablemos de suicidio
Una parte de la sociedad salteña, vivió ayer, el dolor inmenso de enfrentarse a un hecho tremendamente doloroso. La muerte que un joven de 26 años. Deceso al que llegó en una decisión personal extrema. El suicidio, es un lamentable tema tabú, que en general nuestra sociedad, barre por debajo de la alfombra. No lo trata, no lo discute. No se alientan políticas, protocolos o acciones de apoyo a quienes en su depresión, desesperación, no ven salida a su situación y optan por poner fin a su vida.
Tenemos la convicción de que se debe estar sufriendo mucho para escoger la muerte. Máxime en una forma determinada, casi siempre terrible.
Tratando de obtener una explicación, llegamos a un texto de la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (www.redaipis.org), donde se sostiene que el suicida no quiere matarse: lo que no puede es seguir soportando una realidad que le tortura. También se considera, que hay casos en los que el suicidio es una opción de la vida, no de muerte: por ejemplo, ante una enfermedad cruel, dolorosa y terminal. Se entiende que el ser humano tiene en esos casos, el derecho a decidir sensata y dignamente su salida de este mundo, muchas veces pensando en no terminar de enfermar por su causa, al resto de su familia.
Se debe asumir también, que en general quien se mata no lo hace en un momento de lucidez, sino de desesperada ofuscación. Todo en medio de un torbellino de angustia que tal vez hubiera podido superar .
Nunca se debería clasificar un suicidio en términos de cobardía o de valentía, como la mayoría lo hace, porqué solo el protagonista, sabe porque se quita la vida. Tampoco es aceptable considerar que la persona era egoísta.?Eso es, si se quiere, es invalidar su vida por ese final tan trágico.
El suicidio, en realidad, es una suerte de enfermedad, y por cierto muy devastadora. En el Uruguay, en promedio se sumaron dos casos diarios por esa causa. Por ello, tenemos la tasa de autoeliminación más alta de América Latina: en 2016 se registró un récord para esta década: 18,54 cada 100.000 habitantes. Las cifras de suicidios se duplicaron entre 1990 (hubo 319 casos) y el año pasado, 638 personas decidieron quitarse la vida. Es posible que estas cifras estén por debajo de la realidad, porque a veces se camuflan como accidentes o como simples "paradas cardiorrespiratorias", un eufemismo bastante común en los certificados de defunción. Todos sabemos que el suicidio es un tabú, un agujero negro del que no se habla, un estigma que se oculta, lo cual si se quiere es un grave error.
El verdadero dolor, ya se sabe, es indecible, es un tumulto de palabras ahogadas; pero además el suicidio lo empeora todo al arrojar sobre sus deudos el peso del silencio social. Por otra parte, el quitarse la vida nada tiene de romántico o heroico, o que así dejan de molestar y su familia se sentirá más libre...
Hay que hacerle entender que la realidad, quien piensa en la muerte como salida, lo que si provoca es mayor sufrimiento.
Existen síntomas que pueden ponernos en alerta, sobre las tendencias suicidas: que la persona empiece a regalar las cosas que más quiere; que deje notas muy afectuosas que parecen despedidas; que no duerma nada, o que, por el contrario, se pase el día en la cama... En ese momento puede buscarse tratamiento, pero es un problema complejo, porque en ámbitos de la medicina, de la psicología especialmente, apenas se estudia el suicidio, y como se le podría enfrentar y abortar. Por ello, por falta de comunicación, de atención, es que muchas veces el brutal hecho de quitarse la vida, se concreta. Y como todos sabemos en Montevideo, hasta el pasado 18 de abril, funcionaba Ultimo Recurso, una ONG, que mediante un teléfono, atendía las 24 horas, a quienes en su desesperación acudían por consejo y alivios a ellos. Esa actividad, debió cesar el pasado 18 de abril, al cesar el apoyo financiero del gobierno nacional. Todo porque el gobierno por medio del MSP, atender esa problemática. Algo que estudiaba y planificaba y nada concreto- hasta hace pocos días y por presión social- al suplantar a Ultimo Recurso. Mientras tanto un pomposo Plan Nacional de Prevención del Suicidio, que se comenzó a elaborar en 2011 y que debería estar funcionando desde 2015, sigue en aguas de borraja...
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