Agosto nostalgia y recuerdos de las Siestas largas
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Por Leonardo Vinci
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joselopez99@adinet.com.uy
Hubo un tiempo en que los estudiantes de la AEOLL se divertían en su baile: “El Tumulto” y leían la revista liceal “Adelante”. En la Sociedad Italiana ensayaban las primeras transmisiones de TV cable en los 60; cuando “La Cordillera” servía sus “marcianos” (unos frankfurters envueltos en pan de sandwich) y Fausto Carcabelo escribía en El Pueblo “La Papelera.
Las familias salteñas orgullosas de su origen comenzaban a colgar en las paredes del hogar acuarelas de Milans Martínez; la Doña regaba los malvones y el parral del fondo mientras el Patrón cebaba con yerba “El Tropero”.
El Dr. Gruning hacía sonar “un piano en la noche”, donando lo recaudado por publicidad en su programa de Radio al Hospital y la “Salteña Jazz Band” nos deleitaba con sus contagiosas interpretaciones.
La parrillada de Alfredito era un punto obligado de reunión; Tienda “Los Pirineos” ofrecía gran variedad de telas y el “Malevo” Brandi presentaba “Su majestad el tango” y mandaba saludos a los amigos del “Tito bar”.
Uruguay empataba en su debut en Wembley con los dueños de casa en el mundial del 66; Víctor Lima escribía “Adiós mi Salto” y Carlos Solé desde Chile celebraba la conquista de la Libertadores por Peñarol diciendo: “este campeonato se ha ganado a lo macho.”
Una importante firma comercial imponía su slogan: “Diván muebles no quiere plata”; se escuchaba “La voz gigante” y el “mataburros” a la entrada de Arenillas Blancas” obligaba a transitar a baja velocidad al final de la costanera sur.
Los viajes en lancha a Concordia dejaron de hacerse en “El Tiburón” al unir las orillas de Salto y Concordia la “Don Demetrio” de Sancristóbal, cuando se había convertido en costumbre comprar vaqueros y vestimenta variada en la ciudad hermana y regresar con chocolates de “Bonafide”.
Antes que el Uruguay alcanzara su independencia económica con Salto Grande, la ciudadanía se apretaba el cinturón: con la veda de carne el consumo de pollos alcanzó niveles nunca vistos. Los panes dejaron de ser blancos al utilizarse sorgo por la falta de trigo y se permitió usar leche en polvo para complementar los “sachets” de nylon recién aparecidos con Facisa.
Todavía volaban los viejos DC3 de Pluna, que carreteaban en una pista de tierra en el “campo de aviación” en el campo adyacente donde hoy se encuentra el aeropuerto.
A principios de los 70, TAMU proporcionaba los modernos Fairchilds turbo hélice a Pluna y mejoraba sustancialmente el transporte aéreo a la capital.
El fotógrafo Lucas continuaba usando su máquina “cajón” para las tomas en Plaza Artigas; aún se oían las campanitas del heladero y los sobres conteniendo nuestra correspondencia eran depositados en los buzones del Correo.
La Semana y Casa Elizaincin eran elegidos por los estudiantes para comprar útiles y libros; Bazar Rebelión y Peñalba recibían numerosa clientela y era mucho el trabajo en Arola “donde la gente va sola”.
La crisis del petróleo obligaba a Uruguay a racionalizar el transporte, por lo que los autos con matrículas terminadas en número par circulaban los días pares y otro tanto ocurría los impares.
El “Mimoso” salía a vender maní y teníamos miedo a “la Gata”; abrían sus puertas La Perfección, La Casa de las Cuotas, Maya TV, La Quemazón y Casa Almeida inauguraba un amplio y nuevo local en Avenida Viera.
Miles de salteños trabajaban en el “obrador” de Salto Grande. Ya no había tiempo para las siestas largas.
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