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La compasión tiene muchas definiciones diferentes en el diccionario, algunas de las cuales son de lástima y otras de simpatía. Una de las definiciones más utilizadas en el estudio de la compasión señala que es una profunda conciencia y deseo de calmar el sufrimiento de otro. Se ha convertido en un foco para la investigación internacional en el comportamiento social.
Tiene su origen en la psicología budista y que ha sido practicada y estudiada desde hace más de 2600 años, recientemente la psicología contemporánea ha empezado a manifestar un interés por incluirla en el ámbito clínico e investigativo.

Inclusión en la psicología

La terapia centrada en la compasión propone fortalecer nuestra mente compasiva mediante estrategias dirigidas a aprender a focalizar nuestra atención, trabajar con imágenes mentales, y a pensar, sentirnos y comportarnos de formas compasivas para crear un cambio positivo.

La maestra budista Pema Chödrön (2010), «para tener compasión por los demás, hemos de tener compasión por nosotros mismos», la autocompasión permite que los sujetos desarrollen una gran consideración positiva, relajante y reconfortante en su interior, se vuelven más resilientes y en mejores condiciones de regular sus emociones.

El entrenamiento de la autocompasión no solo disminuye la depresión y la ansiedad. También incrementa la felicidad y la satisfacción de las relaciones.

¿Qué es la autocompasión?

Sharon Salzberg (1995) enfatiza la autocompasión como uno de los elementos centrales de la práctica de mindfulness.
La autocompasión incluye responder con cariño y amabilidad ante el propio sufrimiento, y brindarnos a nosotros mismos la misma serenidad, cuidado, apoyo y consuelo que de forma natural mostramos a quienes queremos cuando sufren, fracasan o se sienten inadecuados. Según Neff (2012) tiene tres componentes: la autoamabilidad, como alternativa a la autocrítica; el sentimiento de pertenencia a una humanidad común, como alternativa al sentimiento de aislamiento, y la atención plena o mindfulness, como alternativa a la sobreidentificación con los propios pensamientos o emociones.

Tendría tres componentes interrelacionados que, de entrenarse, pueden manifestarse ante situaciones de dolor emocional:

Bondad con uno mismo. Tratarse a uno mismo con cuidado y comprensión, en vez de hacerlo con un juicio crítico.

Reconocer la humanidad compartida. Reconocimiento que los demás pasan por sufrimientos similares a los propios.

Mindfulness. Prestar atención y de aceptar lo que está ocurriendo en el momento presente.

La autocompasión está íntimamente relacionada con la práctica de la conciencia plena (mindfulness). Ambas se han ganado el respeto profundo de algunas de las voces más influyentes en el campo de la salud mental (Kabat-Zinn, 2003). La conciencia plena puede entenderse como una manera especial de prestar atención. Centramos nuestra conciencia en el momento presente, y aceptamos plenamente nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras sensaciones corporales. En vez de perdernos en remordimientos por el pasado o en preocupaciones por el futuro, estamos completamente presentes en el aquí y ahora. Al desarrollar este modo de prestar atención, nos mantenemos anclados y nos volvemos más pacíficos, resilientes y cariñosos.

Los efectos de la compasión en la salud

La evidencia obtenida hasta ahora indica que la compasión tiene efectos benéficos en la salud. Además ayuda a las personas a estar fisiológicamente mejor reguladas en relación a las hormonas de estrés, el sistema inmunológico, el procesamiento cortical frontal y la creatividad. Al mismo tiempo fomenta estados de bienestar y ayuda a las personas a hacer frente de mejor manera a toda una variedad de deseos, fantasías, miedos, enojos, recuerdos traumáticos y situaciones de estrés.

¡Te invito a practicar la compasión y la autocompación en tu vida diaria!

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