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El féretro de Benedicto XVI, fallecido el sábado a los 95 años, fue transportado este jueves al término del funeral presidido por el papa Francisco al interior de la basílica de San Pedro para su sepultura. El sobrio ataúd de madera de Joseph Ratzinger salió de la plaza de San Pedro entre los aplausos de los fieles y fue enterrado en la cripta donde descansó Juan Pablo II hasta su beatificación en 2011, fecha en la que su ataúd fue traslado a una capilla de la basílica. "Benedicto (...) que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre la voz del Señor”, suplicó el papa durante la misa presidida desde una silla de ruedas.
Benedicto XVI en la capilla ardiente de la Basílica de San Pedro. AFP.

En el último adiós, Francisco destacó su "sabiduría, delicadeza y entrega" poco antes de que el féretro fuera transportado al interior de la basílica de San Pedro para su sepultura. El pedido del papa argentino fue lanzado ante el sencillo ataúd de madera donde yacía el cuerpo de Joseph Ratzinger, con una copia de los Evangelios encima y colocado en el atrio de la basílica.
La presencia de un papa en el funeral de su predecesor es algo inédito en la historia reciente de la Iglesia.

Francisco estaba rodeado por cinco cardenales en el altar instalado en el atrio que domina la inmensa explanada. Al término de la sepultura, de pie, ayudado por su bastón y sin paramentos, Francisco bendijo el ataúd y lo tocó con su mano para despedirlo.

"Santo súbito"

Un cartel que en italiano decía "Santo subito" (santo ya) resaltaba entre la gente, lo que recordaba a muchos los gritos de la multitud en 2005 pidiendo la rápida canonización de Juan Pablo II. Las exequias del pontífice alemán, quien renunció al trono de Pedro en 2013 tras 8 años de pontificado, fueron "solemnes pero sobrias", como deseaba Benedicto XVI.

La ceremonia, duró una hora y 20 minutos y fue concelebrada por unos 4.000 religiosos, entre cardenales y obispos de todo el mundo. Entre los asistentes figuraban varios jefes de Estado y de Gobierno, incluido los presidentes de Italia, Polonia, Hungría, Portugal, el rey Felipe de Bélgica y la reina emérita española Sofía, así como diplomáticos de varias nacionalidades. Unas 50.000 personas asistieron, según informaron fuentes vaticanas.

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