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En estos días, vuelve a cobrar lamentable vigencia el fenómeno de la designación de periodistas de prácticamente todos los medios de prensa de Montevideo a cargos en departamentos, secretarías o servicios de comunicación de organismos estatales. Desde presidencia de la república hasta ministerios, empresas estatales, entes y servicios sociales, el Estado brinda generosamente estas posiciones, incorporando a periodistas que, en muchos casos, han dejado de lado la independencia crítica para alinearse con ideologías específicas.

El periodismo militante no es una novedad, pero su oficialización y reconocimiento en el ámbito del gobierno electo que asumirá el próximo sábado 1º de marzo es un hecho innegable y preocupante. Ejemplos recientes sobran: desde la ex figura de Subrayado, Blanca Rodríguez, invitada a la política y electa senadora por el Movimiento de Participación Popular (MPP) gracias al respaldo de José Mujica, hasta María Inés Obaldía, quien tras acompañar a Carolina Cosse en la Intendencia de Montevideo, fue electa diputada. A estos casos se suman designaciones como la de Martín Less, ex Subrayado y El Espectador, ahora director de Comunicaciones en Presidencia, acompañado por Iliana Da Silva, ex directora de informativos de Canal 5 y periodista de Telemundo. También están Verónica Amorelli, quien pasó de la Intendencia de Canelones al Ministerio del Interior, y Leonardo Silvera, ex Telenoche de Canal 4.

Estas incorporaciones evidencian cómo el periodismo militante se ha convertido en una herramienta al servicio de ideologías y gobiernos específicos, abandonando las buenas prácticas del periodismo crítico e independiente. Este fenómeno no es un secreto y tampoco sorprende; la presencia de panelistas, opinadores y referentes mediáticos con una clara inclinación política se ha vuelto moneda corriente.

Juan Cruz Ruiz, prestigioso periodista español y adjunto a la dirección del grupo Prensa Ibérica, advirtió en 2015 sobre los riesgos de esta práctica: “Lo peor es el periodismo de trinchera, en el que la información se usa como arma política a favor de un determinado partido. Esto ha dañado al periodismo, algo que siento como deplorable”.

Es innegable que el ejercicio periodístico está influenciado por las ideologías y creencias de quienes lo ejercen, así como por el contexto sociopolítico en el que se desarrolla. Sin embargo, la profesionalización del periodismo debería implicar una búsqueda de objetividad y un compromiso con la verdad, más allá de las afinidades políticas.

A lo largo de la historia, la relación entre política y prensa ha sido tensa. El periodismo nació como una herramienta política y, aunque buscó escindirse y profesionalizarse, nunca logró una independencia total. Cada periodo histórico ha tenido sus propias tensiones, algunas resueltas democráticamente y otras de forma violenta, a través de censuras, torturas y asesinatos de periodistas en dictaduras cívico-militares.

En este contexto, el periodismo militante se convierte en una práctica que, si bien asume una postura política, social y cultural, también corre el riesgo de convertirse en un instrumento de propaganda. Esta visión parcializada de la realidad limita el debate y la pluralidad, fundamentales en una democracia.

Por ello, es esencial recordar que el ejercicio de un periodismo profesional y crítico es un pilar de la democracia. La independencia de los medios y el compromiso con la verdad son esenciales para una ciudadanía informada y libre. Cuando el periodismo se convierte en una herramienta al servicio de una facción política, se erosiona la confianza en la prensa y se debilita el debate democrático. Es urgente, entonces, reivindicar el periodismo como un espacio de reflexión crítica, plural y responsable. Solo así podremos asegurar una prensa que realmente sirva a la sociedad y no a intereses partidarios.

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