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El Pepe con su postura de viejo filosofo decía un mundo de disparates, disfrazados de sabiduría popular. Y ahora, a falta del ex presidente tenemos a su viuda, Lucía Topolansky que quiere ir por el mismo camino. No puede esta señora a decir tan suelta de boca e impunemente sin que nadie le ajuste los puntos sin importar el divismo y la presunta omnipotencia de la guerrillera y compañera de Mujica.

Dijo Lucía que en la última conversación del Pepe con Yamandú Orsi, en la chacra apenas unos días antes de su muerte, hablaron sobre la necesidad urgente del crecimiento del Uruguay para poder cumplir con el programa del Frente Amplio, que había que hacer crecer la torta para repartir más y mejor (sic). Y que el rubro con mayor afectación en la materia era el sector agropecuario en quien centraba las esperanzas de agrandar la riqueza nacional. Por ello una de las obsesiones que tenía era el desarrollo a gran escala del riego de los campos a todos los efectos.

Quiero decir que estoy básicamente de acuerdo pero yo lo sostengo desde siempre, es de sentido común y obvio. Pero en el pensamiento de Mujica, reproducido por Lucía, en una especie de mensaje póstumo, es novedoso en el contenido y la forma. “Agrandar la torta para repartir mejor” es una vieja formula especialmente combatida por sindicalistas e izquierdistas que saltaban furiosos cuando empresarios y patrones, dirigentes y autoridades gubernamentales, la ponían arriba de la mesa a la hora de los convenios colectivos, para pagar mejores salarios, justificando la reticencia e imposibilidad de atender los reclamos oportunos. En boca de los dirigentes del Pit-Cnt esto era una herejia con condena de muerte en hoguera de plaza pública. Y no solamente el asunto de la torta sino el Agro como principal responsable del crecimiento, así que los miembros de la Asociación y Federación Rural, los gremios arroceros, forestales, agrícolas, latifundistas, aristocráticos, explotadores e imperialistas depositamos la esperanza del crecimiento de la torta nacional.

Se sacan la careta y se muestran al mundo con una cara presuntamente nueva y revenida, rompen los tabúes y se rasgan las vestiduras.

Otra perlita… Y Lucía salió en contra de las criticas hacia el presidente Yamandú Orsi sobre que encabezaba un gobierno anodino, que llevaba a cabo una gestión pobre, que era un ir y venir en medio de la desolación y la duda. Afirmó en su defensa a ultranza que había que respetar la cantidad de votos obtenida, la cantidad de gente que se volcó a su candidatura y le había dado la victoria holgada de noviembre de 2024, que el resultado de las urnas era demostrativo y definitivo para avalar y apoyar la gestión que se estaba desarrollando. Bueno muy bien por la señora Topolannky pero eso no era así para usted y su marido en la década de los sesenta, sino todo lo contrario, cuando descreían de la democracia representativa, de las elecciones libres y la institucionalidad. El proceso electoral era muy largo, costoso e incierto, no garantizaba éxitos para los objetivos revolucionarios de los guerrilleros de entonces, por eso tomaron las armas, desconocieron y desconfiaron y atacaron al gobierno electo legítimamente en las urnas. En aquel entonces enarbolaban banderas y fusiles en contra de los sufragios obtenidos por el Partido Colorado y la constitución de un Parlamento libre y plural. Y ahora, destaca con solemnidad y un dejo de presunta sabiduría, la Topolanky confiesa totalmente al revés de aquella época, que precisamente las urnas y el voto popular legitimaba y avalaba el gobierno de Yamandú Orsi. Con qué liviandad, olvido e impunidad se dicen las cosas, será por aquello tan sentido por su marido “así como te digo una cosa también te digo la otra”. Y lo dice como si fuera una maestra jubilada ejemplar de la democracia y la república.

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