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Convivo desde hace más de cuarenta años con estas imágenes: la de una tortuga arrastrando a un hombre moribundo hasta llevarlo a su salvación, la de los flamencos usando víboras como medias. Después vinieron a habitarme otras: la de un padre cruzando desperado la selva para buscar a su hijo, la de un parásito descubierto al cortar la funda de un almohadón de plumas. Es que uno lee a Quiroga y sus historias se quedan grabadas. Cuando eres docente de literatura y te vuelves a encontrar, muchos años después, con quienes fueron tus alumnas y alumnos, es inevitable que los textos que más recuerden sean los del salteño. Estoy seguro de que a muchos de ustedes les pasa lo mismo. Ahora estarán reviviendo estos y otros cuentos (probablemente uno sea “La gallina degollada”). ¿Por qué sucede esto? Una de las razones puede estar en el tema de la muerte y la vida trágica del autor. Este tema se le volvió inevitable, había que purgar en la escritura tanto dolor, tanta tragedia vivida. Es que además, la muerte en su obra no es una muerte tranquila, natural, es siempre impactante, violenta, sorpresiva, fantástica. Esas muertes que no deberían suceder, pero suceden.

Ricardo Pallares (Montevideo, 1941), a esta altura de los acontecimeintos puede parecer una obviedad decirlo pero siempre puede haber algún distraído, es uno de los grande Poetas (así, con mayúsculas) que tiene el Uruguay. Profesor, conferencista, crítico literario, en todas estas facetas tuvo destacadísima actuación. Y llegó un momento, ya en plena madurez (sesenta años) y luego de innumerables publicaciones de ensayos sobre literatura y educación, que se decidió por publicar poesía. La venía cultivando desde siempre, seguramente. Pero se hizo esperar, como pasa con las cosas buenas. Fue así que aparecieron “El lugar del vuelo” (2002), “Razón de olvido” (2003), “Ceniza del mar” (2007), “Amante geología” (2010), "Otro resplandor" (2020), "Como el amor y la peste" (2021).

Como ya fue informado por LA PRENSA hace unos días, este sábado (hoy) el contratenor salteño Leandro Marziotte ofrecerá un concierto benéfico en la Catedral San Juan Bautista para recaudar fondos destinados a la instalación de un órgano histórico donado desde Suiza. Recordemos que este órgano, llegado hace pocos meses, es el más importante del Uruguay (tiene un valor de aproximadamente un millón y medio de dólares y su ensamblaje en Uruguay cuesta alrededor de 30.000 dólares). Y recordemos que Marziotte, radicado en Europa desde hace ya varios años, es uno de los cantantes líricos más importantes que ha dado Uruguay.

Hace unos días ensayé una respuesta a la pregunta de qué era la literatura salteña para mí y para ello mencioné algunos ejemplos de esta. Intentaré en las próximas columnas responder, de manera breve, por qué leer a esos y a otros escritores. En realidad este trabajo no debería ser necesario. Los autores, las autoras, se defienden muy bien con su obra. Son sus narraciones, sus versos, los que dan la lucha cultural, estética y ética en contra de la deshumanización. Aunque, en esta época en la que se privilegia lo que llega a la velocidad de reel y sin esfuerzo, las verdades tiktokeras de veinte segundos, el grito sobre la sugerencia, se hace imprescindible, obligatorio, que las generaciones de lectores busquemos asegurar la continuidad de la especie lectora.

Fue a comienzos de este mes, el día 3 para ser exactos, que falleció el historiador uruguayo Guillermo Vázquez Franco, a la edad de 100 años (había nacido en Montevideo el 19 de julio de 1924). Reconocido por su mirada crítica sobre la historiografía uruguaya, desafió mitos fundacionales como la figura de Artigas y la fecha de la independencia del país. Fue un historiador verdaderamente audaz, además de un apasionado docente.

Cuando se habla de una generación literaria, es difícil precisar un año en concreto. Es un conjunto de escritores con varios rasgos en común que, obviamente desarrollan su producción literaria en el correr de varios años. De todas maneras, suele tomarse un punto como referencia, y así tenemos la Generación del 900 (en referencia a 1900), la del 30, la del 60, etc. Eso si hablamos de Uruguay, pero un ejemplo claro también se da en España con la Generación del 98 (1898) de Antonio Machado, Baroja, Azorín, entre otros, o la del 27 (1927) con García Lorca como figura de primer nivel. Pues bien, hoy nos ocupa el 45 en Uruguay, el 1945 y ese grupo de escritores al que se ha llamado Generación del 45 o Generación Crítica: la de Benedetti e Idea Vilariño, la de Carlos Maggi y su señora (la novelista salteña) María Inés Silva Vila, la de Ángel Rama y otros varios. Personas que en 1945, tenían todo el ímpetu y la rebeldía de intelectuales veinteañeros que llegaban para cambiar el estilo en la cultura nacional.

El miércoles, cuando también se cumplía un año más de la muerte de Horacio Quiroga, se cumplieron 30 años de la muerte de Altamides Jardim, a quien con gusto consideramos salteño: nació en el departamento de Artigas el 24 de diciembre de 1903, y murió en Salto el 19 de febrero de 1995. Escritor, poeta, docente, militante político.

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