Aquellos consejos del querido Padre Danellón
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Por Lic. Fabian Bochia
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fbochia@laprensa.com.uy
Hace un tiempo recordamos en este mismo espacio a uno de los sacerdotes que más dejó su huella en el departamento de Salto, se trata del fallecido padre salesiano Guido Danellón, un hombre que era en sí mismo una reserva moral y de capacidad, en tiempos sin Internet, sin redes sociales, sin Google, el Padre Guido explicaba lo que había que explicar y enseñaba lo que había que enseñar.
Tenía, eso sí, una enorme lectura detrás, no solo cristiana, claro está, pero también aprovechaba el faro de Cristo para iluminar su pensamiento. Duda que había sobre cómo enfrentar un problema allá el Padre Danellón tenía la respuestas, duda que aparecía en la elección de un camino, el Padre Danellón estaba para ayudar. Sobrio, sano, capaz, Guido fue a su medida un revolucionario de la fe. Inquebrantable, intachable, no le conocimos fisuras, que seguramente tendría como todo ser humano. Recordamos cuando llegaban las vacaciones y los muchachos de la época se aprontaban para darle una paliza al televisor y la heladera, y también revistas que era lo que había, y Guido aparecía con su discurso sano pero firme, "las vacaciones son para cambiar de actividad". Qué quería decir el cura salesiano con esto. Que cuando no había escuela, liceo o UTU había que hacer otra cosa, no generar la idea de estar panza arriba lejos de todo compromiso. Está bien descansar, pero el cuerpo y la mente necesitan actividades, por ejemplo las que hacían los Salesianos, por ejemplo los boy scout, por ejemplo deporte, por ejemplo ayudar a los padres, por ejemplo leer libros. En tres palabras el sacerdote católico marcaba la cancha y decía con certeza lo que había que desarrollar para tener un buen final. Palabras clave en tiempos como los que se no vienen donde los gurises normalmente estarán tirados para arriba mirando el celular o la tablet y poco más.
Pero eso también exige de parte de los adultos que los atendamos, que les generemos espacios de participación, que los escuchemos, que los proyectemos, algo que nos sacará energía. En cambio si no molesta, si se encierra con la tablet se nos terminan el problema, podemos pensar, pero claro, no es así porque quién sabe lo que está mirando, cuán útil puede ser eso, lo que a la larga puede ser pan para hoy y hambre para mañana.
La visión de este notable sacerdote también implicaba que por ejemplo los niños tuvieran responsabilidades, que fueran creciendo en el respeto al dinero que sus padres conseguían con esfuerzo, en el respeto al hogar, a su cuarto si lo tenían, a los hermanos, a los adultos mayores. Todo un entramado que hacía que convivieran los derechos con las obligaciones, no era cuestión de solo reclamar. Esta forma de ver iba haciendo hombres probos que tenían la certeza de la dignidad como horizonte. No todo era placer, se construía ese momento de placer con jornadas de trajo, había vacaciones porque había antes un largo año de estudio, se llegaba a la meta luego de un largo camino de esfuerzo.
Quizás en algún momento todos los que tuvimos la suerte de tener contacto con este cura salesiano deberíamos reunirnos y hacer una jornada para recordarlo con la enorme capacidad que tuvo, exhibió y mostró en cada uno de sus actos que ayudaron a crecer a generaciones de salesianos y de personas que iban a la Parroquia del Carmen a oír sus homilías, a confesarse o a ser mejores personas, que de eso se trataba un catecismo recitado con una altura, una nobleza y un nivel cultural pocas veces visto y que reivindicó el papel de aquel cura sabio, honesto, seguro y firme en sus principios que alumbró todos los espacios que ocupó.
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