Interesante, entretenida, y de alguna manera también profunda hasta filosóficamente hablando, era la conversación que en la mañana de ayer tenían dos taxistas aquí en el centro de la ciudad. Uno le decía al otro que “ahora ya pasaron las elecciones y hay que trabajar nomás como siempre, porque si no, nadie te va a dar nada”. A lo que su compañero respondió abriendo los brazos en gesto de asombro: “Pero por supuesto, ¿y cuál es la novedad? Se sabe que hay que trabajar como siempre, después de todo ¿qué querés que te den los políticos. Los políticos no están para dar, la gente está equivocada…”.

Y la verdad que ese es un tema muy común, un pensamiento muy generalizado. Lo mismo, cuando hay personas que dicen con orgullo, como si fuese una enorme hazaña: “Yo nunca le pedí nada a un político”. En definitiva, si vamos al caso, los políticos tampoco están para que cada uno de nosotros les pida algo. Como también decía ayer uno de los taxistas referidos: “ellos (los políticos que acceden a determinados cargos) están para administrar las cosas que son de todos y listo, nada más…”.

Una funcionaria pública que habitualmente, desde hace muchos años, integra mesas receptoras de votos en diferentes elecciones, comentaba ayer una curiosidad. Decía que cada vez es menos (según ella “mucho menos”), la cantidad de votantes que asisten sin llevar la credencial cívica. Simplemente llevan cédula de identidad, y serie y número de la credencial en la memoria. Claro, como alcanza con eso, ¿para qué más? Comentaba esta funcionaria, que la mayoría de quienes hacen esto, explican: “salí apurado y no la encontré” o “se me perdió en una mudanza”.

Además, ya no corre más aquello de poner sello de tinta y firma de los integrantes de mesa en la propia credencial, ¿se acuerda? Ahora solo se entrega un papel similar a un recibo, a modo de comprobante de votación. Cabría preguntarse entonces: ¿será que también cada vez menos personas guardan este comprobante?...¿algunos también los perderán en alguna que otra mudanza?