“Cuando la palabra ‘hipócrita’ se hizo necesaria”
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Por Pedro Rodríguez
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Hace dos años, un 11 de noviembre de 2023, no fue un día más en mi vida. Ese día fue distinto, especial, único. Por primera vez —y hasta ahora la única— ingresaba a uno de los hoteles más lujosos de Salto, en las Termas del Arapey. Solo con una pulsera tenía el poder de disfrutar cada una de las cosas que ahí dentro había. Veía un tránsito de gente de todos lados, caminando por los pasillos, conversando, riendo, viviendo una realidad que parecía lejana. Y yo, observando todo, pensé: “Así gastan la plata los ricos”, dicho con respeto, porque cada uno hace con su dinero lo que quiere. Sin sentirme de otro pozo, me adapté. Compartí los momentos, las charlas, el clima previo, los comentarios sobre el clásico que se jugaba ese día. Mientras tanto, recibía llamados de mi familia y amigos preguntándome por la transmisión, por dónde podían ver, y deseándome éxitos.
Diario La Prensa me había dado la oportunidad de participar, junto a colegas de todo el país, en el rubro Investigación Periodística en los Premios OPI. Había trabajado muchísimo para eso: más de doce meses juntando elementos, documentos, testimonios, pistas, intentando cerrar una investigación que apuntaba a más responsabilidades.
Como pasa siempre, terminó cortando por el lado más fino. Respeto profundamente la investigación de Fiscalía y las decisiones del Poder Judicial. Pero yo hablo desde el periodismo, desde el esfuerzo, desde la búsqueda. Y por eso ese día tenía un valor especial.
Recuerdo un momento que hasta hoy me emociona.Esperaba el ómnibus al mediodía, frente al Estadio Vispo Mari, cuando recibí un llamado muy especial. Era mi hermana mayor, maestra jubilada, la que siempre está en todos los detalles. Me dijo: Andá tranquilo. Ya estás premiado. Quedaste entre los tres. Eso ya es un reconocimiento. Nosotros estamos muy orgullosos de vos. Hasta hoy me quiebra recordarlo.
Cuando llegué al salón principal estaba lleno. Autoridades, jerarcas, colegas de todo el país. Todo preparado. Y ahí, entre el ruido y las luces, pensé para mí: “Ahora quiero ganar.” Las palpitaciones se aceleraban. Ese hormigueo único que aparece antes de algo grande. Y cuando llegó el momento… ponen mi nombre, mi foto… y anuncian que el ganador era yo.
En esos veinte segundos, del asiento al escenario, me pasó el mundo entero por la cabeza. ¿Qué digo ahora? ¿A quién agradezco? ¿Cómo lo digo?
Lo primero fue agradecer al diario La Prensa, el más viejo del país. También a OPI. Y me acordé de mis compañeros, de todos, desde los periodistas hasta Ilda, una de las que distribuye el diario. Todos cumplimos una función importante.
El intendente estaba a dos metros. Fue él quien me entregó el premio. Yo había sido muy crítico de su gestión. Tenía que hablar… Vi a su señora y a sus hijos sentados en su mesa. No podía ser agresivo. Tenía que respetar.
Entonces me acordé de mi hermana. Muy cristiana ella. Y con esa imagen presente, miré al intendente a los ojos. Él sabía que algo le iba a decir.
Recordé parte de su propio discurso, cuando habló de transparencia y del derecho a la información. Palabras que resonaban fuerte, especialmente porque en diez años nunca me concedió una entrevista.
Respiré. Lo miré de frente y le dije: ¿Usted es cristiano intendente? Aprobó con la cabeza. Entonces añadí: Hace más de dos mil años, el Hijo del Carpintero de Belén echó del templo a los fariseos, porque pedían al pueblo que hiciera lo que ellos no hacían. Y los llamó hipócritas.
Le había dicho hipócrita al intendente en la cara. Pensé: “Se pudrió todo.” Pero al bajar del escenario estaba José Pedro Cardozo, con los brazos abiertos, felicitándome, diciéndome “muy bien”. Y ahí supe que ya estaba.Que la verdad, el trabajo y la emoción habían hecho su parte.Y que era momento de festejar.
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