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La semana pasada, en una recorrida por las noticias de La Prensa en su versión digital, me detuve en una en la que hablaba un diputado del Partido Colorado. Mirando los comentarios bajo la misma (comentarios en público por supuesto, que los puede leer cualquiera) me encuentro con que un jerarca de la Intendencia de Salto calificaba como “Estúpido” al senador. Días después, en la sección cultural que se publica los sábados, encuentro que debajo de la opinión de un columnista que hace sus colaboraciones desde Montevideo, un conocido salteño llamaba de “estúpido” y de “enfermo idiota” al colaborador.

Fue entonces que pensé muchas cosas. Me acordé por ejemplo de la profesora “Gogó” Irrazábal, cuando allá por comienzos de los años 90, siendo adscripta en el IPOLL, entró a un salón donde la conducta de los adolescentes dejaba mucho que desear y dijo: “Muchachos, ¿cuándo van a aprender que el respeto es la base de la felicidad?”. Pensé también qué bueno que nuestras notas tengan tantas repercusiones. Pensé en un momento: pero ¿de qué asombrarse si hubo jerarcas de la misma Intendencia que una vez hasta festejaron públicamente que había muerto un Presidente de la República?...Pero sobre todo pensé, qué bajo hemos caído en el nivel de los intercambios de ideas, qué lejos estamos de entender (ya ni siquiera aprender como dijo ella, sino aunque sea tan solo entender) aquello que dijo Gogó hace más de treinta años.

El respeto no exige que estemos de acuerdo, eso es sabido. Al contrario, permite el diálogo o el intercambio en medio de las diferencias. Cuando escuchamos o leemos sin interrumpir groseramente, sin buscar protagonismo a costa del insulto, cuando aceptamos que los demás tienen derecho a pensar distinto, estamos -como se ha dicho tantas veces, pero no deja de ser una gran verdad con forma de metáfora- construyendo puentes en lugar de muros. Esas personas que, con comentarios como los citados anteriormente, solo buscan interponer muros, ¿cómo pueden a la vez hablar de la necesidad de combatir la violencia en la sociedad, o de lo nefasto que es tener una sociedad con tantas grietas? ¿Cómo pueden a la vez, decir que es importante ser solidarios?

¿Dónde queda -si es que hubo- su nivel de tolerancia, su grado de inteligencia emocional y de madurez social?

Estoy seguro y aprovecho a decirlo, que muchas veces el irrespeto nace de la ignorancia y el apresuramiento. Daré un ejemplo. El sábado se realizó en Salto una marcha contra el maltrato animal. Luego, en redes sociales, hubo quienes criticaron en varios sentidos a los organizadores de esta movida. Están en su derecho a criticar, pero no por eso, su crítica será siempre válida. Alguien criticó a PRODEA porque “no atiende cuando se la llama”. ¿Sabrá esta persona que PRODEA es simplemente un conjunto de voluntarios que no recibe ningún dinero del Estado, que sus integrantes (honorarios) tienen sus propios trabajos y aún así dedican tiempo y dinero de su propio bolsillo para salvar y proteger animales? Seguramente lo ignora, y la ignorancia lo lleva al error. Así, se podrían dar cientos de ejemplos de todos los días.

Respetar no significa ceder nuestros principios, sino convivir de forma pacífica con quienes piensan distinto. Ni más ni menos. Respetar es el camino para construir una sociedad más justa, inclusiva y solidaria.

Y conste, que no todas las opiniones son respetables. Respetable es el derecho a expresar una opinión, pero no la opinión por sí misma. Volviendo al comienzo, respeto que toda persona pueda opinar bajo las notas de un diario, pero aquellas opiniones que solo consisten en insultos irrespetuosos, fuera de lugar, al menos para quien esto escribe no son ni serán nunca respetables.

Al que le quepa el sayo que se lo ponga. Y ojalá entendamos aquel magnífico mensaje de Gogó.

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