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En cada ciudad, hay nombres que trascienden el tiempo, no solo por los cargos que ocuparon, sino por el compromiso y la huella que dejaron en su comunidad. Salto no es la excepción, y entre esas figuras que merecen ser honradas con justicia se encuentra Don Ramón J. Vinci, un salteño que dedicó su vida al servicio público, a la cultura, a la salud y a la comunicación. Su extensa trayectoria y su incansable entrega a causas de interés colectivo ameritan un gesto duradero: que un espacio público, un paseo o una plaza en la costanera, lleve su nombre, como forma de reconocimiento y también de memoria para las futuras generaciones.

Ramón J. Vinci fue mucho más que un político: fue un hombre de vocación cívica. Ocupó el cargo de Intendente de Salto, donde imprimió una gestión caracterizada por el contacto directo con la ciudadanía y una mirada integral del desarrollo departamental. Fue también Presidente de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, representando al país en un organismo binacional clave para la energía y el desarrollo del litoral uruguayo.

Su experiencia y compromiso lo llevaron además a desempeñarse como Director del Banco de Seguros del Estado y como Administrador del Hospital Regional de Salto, donde puso el foco en mejorar la atención y la infraestructura sanitaria. En tiempos donde lo público requiere gestión y sensibilidad, Vinci supo conjugar ambas.

Además, su compromiso con la democracia y la institucionalidad se reflejó en su rol como Presidente del Consejo Departamental de Salto, participando activamente de la vida legislativa local en momentos fundamentales del país. Pero su labor no se agotó en la política o la administración: fue también un apasionado de la cultura y la comunicación, dirigiendo CW 23 Radio Cultural y CX 293 Emisora del Éxodo, dos medios radiales que marcaron generaciones de oyentes salteños y que fueron plataforma de difusión de ideas, música, información y participación ciudadana.

Con semejante hoja de vida al servicio de Salto, parecería obvio que su nombre ocupara un lugar visible y permanente en el paisaje urbano. Y, sin embargo, ese homenaje aún está pendiente. Proponer que una plaza, un espacio verde en la costanera lleve el nombre de Don Ramón J. Vinci no es un acto partidario ni nostálgico: es un acto de justicia histórica. Es reconocer a quienes construyeron comunidad, a quienes defendieron lo público con responsabilidad y visión.

Además, un espacio con su nombre permitiría contar su historia. A través de una placa u otras intervenciones artísticas, se puede acercar a los más jóvenes la figura de alguien que —desde múltiples frentes— trabajó incansablemente por el bienestar del departamento. En un tiempo donde muchas veces se pierde la dimensión de lo colectivo, rescatar figuras como la de Vinci es también una manera de educar en ciudadanía, de fortalecer los lazos con la historia local y de inspirar nuevos liderazgos comprometidos con el bien común.

No se trata de una estatua, ni de una obra grandilocuente. Se trata de darle identidad a un espacio público con un nombre que representa valores fundamentales: honestidad, dedicación, cultura, salud, institucionalidad. Que quienes caminen por ese espacio lo hagan bajo la memoria viva de alguien que caminó mucho antes, sembrando con hechos concretos un Salto más justo y solidario.

Honrar a Don Ramón J. Vinci es honrarnos como comunidad. Es poner en valor lo que significa vivir al servicio de los demás. Es mirar hacia adelante con la raíz bien firme en nuestra historia. Y es, sobre todo, decirle al futuro que Salto no olvida a quienes lo hicieron grande con trabajo y ejemplo.

El próximo 16 de julio se cumplen 115 años de su nacimiento. Esta iniciativa sería una buena forma de mantener viva su obra.

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