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Una vez más, los uruguayos vivimos la tan esperada Semana de Turismo —o Santa, como también se la reconoce por su origen religioso—, una fecha que, con el correr del tiempo, ha sabido transformarse en un fenómeno social, cultural y económico de notable relevancia. A lo largo y ancho del país, miles de personas se movilizan, ya sea para reencontrarse con la espiritualidad o para disfrutar de los múltiples atractivos turísticos que ofrece nuestro territorio.

Aunque su origen es netamente cristiano, conmemorando la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, en Uruguay esta semana asumió un perfil más secular desde 1919, cuando se la denominó oficialmente “Semana de Turismo”, durante la presidencia de Baltasar Brum. No obstante, lejos de desaparecer, el espíritu religioso sigue presente: en ciudades y pueblos, se celebran misas, procesiones y actos litúrgicos que convocan a fieles y recuerdan la esencia espiritual de la fecha.

Pero además de su valor simbólico, esta semana representa un pilar en la vida turística y cultural del país. Con recesos en escuelas, oficinas públicas y muchos sectores privados, es la oportunidad ideal para hacer una pausa, viajar, disfrutar y compartir. No hay duda: la Semana de Turismo es sinónimo de movimiento.

El interior del país cobra un protagonismo indiscutible. Las termas de Arapey, Daymán y Salto Grande, con sus aguas cálidas y propiedades curativas, reciben a miles de visitantes, consolidándose como un polo turístico de primer nivel. Las familias se instalan, descansan, consumen, y eso genera un impacto económico directo en los departamentos que las albergan.

A su vez, la Semana de la Cerveza en Paysandú, uno de los eventos más icónicos del calendario nacional, ofrece espectáculos, gastronomía y actividades recreativas que atraen tanto a locales como a turistas. El Festival del Olimar en Treinta y Tres, con su inconfundible sello de música nacional, reúne a artistas y público en un entorno natural que invita al disfrute.

En Montevideo, las criollas del Prado y del Parque Roosevelt se convierten en una fiesta de la tradición. Destreza gaucha, doma, folclore y gastronomía típica conviven en un ambiente familiar y festivo, revalorizando nuestras raíces y nuestra cultura rural. También la Vuelta Ciclista del Uruguay, que recorre parte del país, simboliza el esfuerzo, la pasión por el deporte y el espíritu federal.

Todo este despliegue moviliza el transporte, incrementa la demanda hotelera, dinamiza el sector gastronómico y potencia a pequeños y medianos emprendimientos del rubro turístico. Es un motor económico real, tangible, que beneficia a múltiples regiones, muchas veces fuera de los grandes centros urbanos.

Y en medio de todo este abanico de propuestas, sigue latiendo el componente espiritual, que convive en armonía con la celebración laica. Uruguay demuestra, año a año, que turismo y religiosidad pueden complementarse, enriqueciendo la experiencia colectiva de una sociedad que busca tanto la reflexión como el esparcimiento. En definitiva, la Semana de Turismo es una expresión única de nuestra identidad: plural, abierta, hospitalaria y diversa. Es una oportunidad para viajar, para reencontrarse con lo nuestro, para revivir tradiciones y generar vínculos. Pero también es una semana que impulsa la economía, fortalece el tejido social y reafirma valores. Es, sin duda, una de las semanas más esperadas y queridas por todos los hijos de esta tierra.

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