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Nunca entendimos a los fanáticos izquierdistas uruguayos y la defensa acérrima de Cristina Fernández de Kirchner.

Una mujer enemiga de Uruguay que junto a su extinto marido, también presidente, permitieron que los delirantes que se creían ambientalistas bloquearan dos años el puente que unía Fray Bentos y Puerto Unzué haciendo que centenares de fraybentinos quedaran sin trabajo y perjudicando el comercio, el turismo y la industria uruguaya. Pero allá ellos y su ceguera que a esta altura no es solo de visión sino mental. Un oriental debe ponerse siempre del lado de los orientales.

Ahora que hasta la Corte Suprema de Justicia falló en una de las causas más nombradas sobre la expresidenta y dejó firme la condena qué dirán. "La derecha" y estupideces así. Vayamos a este trabajo del Diario La Nación que guardamos por veintidós meses que ya planteaba mucho de lo que se dio la semana pasada, y ojo porque le quedan varios juicios más a la expresidenta y ex vicepresidenta.

Los contemporáneos nunca saben en qué instante cambia (o concluye) un ciclo político. Es probable que para el kirchnerismo ese momento haya sucedido el lunes, cuando el fiscal Diego Luciani hizo el más fuerte y valiente alegato oral contra la corrupción en los casi 39 años de democracia. La decadencia del kirchnerismo no se funda solo en ese alegato, claro está, sino en que este está ocurriendo luego de que la facción peronista gobernante mostrara claros signos de un definitivo agotamiento.

Será una persona que caminará por la vida y por la política condenada a prisión por delitos de corrupción contra la administración pública. Cristina Kirchner enfrenta esa novedad cuando su índice de imagen negativa en la sociedad está más cerca del 70 que del 60 por ciento, y cuando su imagen positiva está por debajo del 30 por ciento, por primera vez en muchos años. La grave denuncia penal del fiscal Luciani se cruza, entonces, con el crepúsculo político de la vicepresidenta. ¿Cómo no concluir que estamos ante el final de un ciclo político?

La defensa de los cristinistas es casi la aceptación de la culpabilidad de su jefa. Nadie rebatió los argumentos y las pruebas del fiscal Luciani. Se limitaron a hacer política de prontuario. De supuestos prontuarios, para ser justos. O a asegurar en los medios filokirchneristas que Luciani no exhibió pruebas, sino solo deducciones. ¿No son pruebas los contratos firmados arbitrariamente a favor de Lázaro Báez, un monotributista hasta 2003 que luego se convirtió en uno de los más poderosos empresarios de la construcción? ¿Fue una casualidad que Báez, que nada sabía de la construcción, haya sido el concesionario de casi todas las obras públicas de Santa Cruz, la provincia que recibió más dinero para obras que la propia provincia de Buenos Aires? ¿No son pruebas los monumentales aumentos presupuestarios que beneficiaron a Lázaro Báez ni las prórrogas para que terminara las obras, a pesar de que abandonó sin concluirlas casi la mitad de las obras que le adjudicaron? ¿Son otra casualidad los intercambios de mensajes telefónicos entre funcionarios kirchneristas para cumplir con el operativo “limpiar todo”, que significaba, en primer lugar, pagarle a Lázaro Báez todo lo que el Estado le debía? En rigor, cuando Mauricio Macri llegó al Gobierno, Báez era el único empresario al que el Estado no le debía nada. De todos modos, el fiscal Luciani solo comenzó su alegato; en los próximos siete días se ocupara de mostrar las pruebas de la corrupción en cada caso concreto. El camino del calvario solo empezó para Cristina Kirchner.

Seguiremos aportando este documento muy esclarecedor de la situación que se vive en la Argentina y que como todo lo que allí pasa tiene enormes connotaciones con el Uruguay. 

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