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El Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) impulsa desde 2005 en Uruguay proyectos socioambientales que promueven el desarrollo sustentable y mejoran la calidad de vida de las comunidades. Desde 2012, se han convocado a organizaciones locales a presentar proyectos de ecoturismo que combinen la conservación del entorno natural y cultural con el desarrollo económico. Estas iniciativas fortalecen identidades locales, promueven redes de trabajo colaborativo y fomentan el uso responsable de los recursos.


Uno de los proyectos más recientes se desarrolla en Tacuarembó, donde el PPD, el Ministerio de Turismo y la Intendencia Departamental invirtieron alrededor de 80.000 dólares para consolidar el corredor turístico Quebradas del Norte, una región de cascadas, quebradas y paisajes únicos. Allí, donde la Cuchilla de Haedo divide al país y el Río Negro marca el horizonte, se impulsa un modelo de turismo emergente, con propuestas que van desde estancias rurales hasta experiencias de astroturismo y apiturismo. El propósito es compartir la riqueza natural y cultural del lugar, integrando tradición gaucha, historia y biodiversidad.

El programa destinó 86.807 dólares a esta iniciativa, con el objetivo de fortalecer el asociativismo local, capacitar a emprendedores, dotar de equipamiento a los proyectos y brindar asistencia técnica. Todo ello apunta a consolidar la región como un corredor turístico sustentable y competitivo.

Si bien estos avances son motivo de satisfacción, también invitan a la reflexión: ¿por qué Salto, con recursos naturales igualmente valiosos, no fue incluido en proyectos similares? La anterior administración comunal pudo haber gestionado que el PPD y el MINTUR consideraran también algunos enclaves del norte salteño, como las cascadas de Sarandí de Arapey, un paraje casi desconocido pero de una belleza excepcional.

Muchos salteños apenas han oído hablar de esas cascadas. Quien escribe estas líneas las conoció en la década de 1980, durante un vuelo junto al experimentado piloto Hebert Rattin, cuando, tras sobrevolar el límite con Brasil y Rivera —en la zona de Masoller—, apareció ante nuestros ojos un salto de agua majestuoso.

A unos 18 kilómetros al oeste de Masoller, en el kilómetro 215 de la ruta 30, se encuentra Sarandí del Arapey, una pequeña y pintoresca localidad de apenas dos manzanas y una capilla, que pertenece al departamento de Salto aunque está a casi 200 kilómetros de la capital.
En las cercanías, dentro de un establecimiento ganadero que perteneciera a la familia Peixoto, el arroyo Sarandí ofrece un espectáculo natural único: las cascadas de Sarandí de Arapey, donde el cauce del arroyo y el relieve de la Cuchilla del Tala crean un escenario de incomparable belleza.

Un guía turístico del establecimiento El Gavilán, con acceso autorizado al lugar, ha señalado que “para quienes viven en el bullicio cotidiano, venir a Sarandí de Arapey es una experiencia transformadora: la gente, el trato y la naturaleza impactan profundamente”.

Esa descripción resume lo que el turismo sustentable busca: conectar a las personas con la naturaleza y las comunidades locales, preservando el entorno. Ojalá en el futuro, con respeto por la ecología y la propiedad privada, este rincón salteño pueda acondicionarse para recibir visitantes y convertirse en un nuevo destino de ecoturismo del norte uruguayo.

Meses atrás advertíamos: tanto la Intendencia de Salto como el Ministerio de Turismo deberían incentivar a los propietarios del lugar a desarrollar un proyecto turístico allí. Hoy, al ver el éxito de Quebradas del Norte, no podemos evitar pensar que se perdió una oportunidad valiosa para incluir a Salto en esa red de turismo natural que crece y florece en el corazón del país

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