Los políticos y los jueces de fútbol
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Por Ramón Fonticiella - Ex Intendente de Salto
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rfonti08@gmail.com

Ambos gremios tienen, por lo menos en Salto, algunas cosas en común, aunque quizás no interactúen jamás. Desarrollan sus actividades en ambientes diferentes, pero en contacto muy directo con las personas y los núcleos sociales. ¿Qué tienen entonces en común? Aquí en esta ciudad, han tenido desarrollos colectivos con ciertas condiciones similares en el siglo pasado, que los han marcado parecido.
Paso a paso. Obvio es que los políticos accionan desde antes que existiera el fútbol, pero en el siglo XX, al consolidarse la República, los sectores fundadores y los nuevos, ya el deporte del Pueblo se había arraigado y difundido; y fueron necesarios los árbitros.
A mitad del siglo pasado el Uruguay pos batllista, con empresas públicas, estructuras administrativas, industrias en desarrollo y todo lo que eso trae, fue creando políticos profesionales, que se sumaron a los electos. No estudiaban en ningún lado para ello, pero empezaban a vivir de ello; no hablo de ministros, diputados o senadores, sino de administrativos, técnicos urbanos o rurales, profesionales liberales…o simples ciudadanos que “calzaban” en la Intendencia, El Espinillar, la Policía o la actividad pública que fuera.
Por su parte los jueces de fútbol amateur, se fueron haciendo parte del espectáculo, por el cual el público pagaba entrada, las empresas compraban publicidad en las canchas, las radios transmitían partidos y vendían publicidad. Parece lógico que los jueces de fútbol cobraran “viáticos” por su tarea, sin la cual no habría espectáculo organizado. Como los políticos “sigloveintistas”, se fueran profesionalizando.
Ambas actividades humanas, no vinculadas entre sí, dejaron de ser honorarias y se fueron transformando en rentadas. El cambio de las matrices sociales presionó las innovaciones. La política pasó a ser, para algunos, actividad de tiempo completo aparentemente sin posibilidades de trabajar: debían vivir de ella. Naturalmente que es discutible, pero los cambios son los cambios. Hubo personalidades que nunca pidieron ni aceptaron un cargo público para servir a sus ideales; no dependieron de “estar prendidos” para trabajar por sus ideas; pero otros han ido condicionando su participación a la obtención de un cargo rentado. Con los árbitros de fútbol el proceso ha sido más delineado: pitar en el espectáculo es un trabajo, para el que hay que tener vocación, pero que debe ser un medio de vida digno. Lo que antes era una “propina por jugar de juez” se ha transformado en un empleo, para el que hay que prepararse, entrenar y tener condiciones. No hay ideologías en juego: sólo un trabajo rentado.
Estimo que si bien ambas actividades han tenido un paralelo desarrollo de la “profesionalización”, han sido bien diferentes las consecuencias. Los árbitros de fútbol crearon asociaciones gremiales, procuraron perfeccionarse técnicamente y de prepararse físicamente. La opinión sobre los resultados corre por cuenta de los aficionados. Los políticos “profesionalizados” de por acá, han dado discutible beneficio hacia la colectividad. Se instaló un “te apoyo si me das un cargo”, lo que incluye voto y militancia. Para una democracia es malo. Ha entronizado a caudillos que dan lo que es del Pueblo a cambio de beneficiarse.
Me quedo con los jueces de fútbol…
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