Pólvora, chimangos y elecciones
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Por Ramón Fonticiella - Ex Intendente de Salto
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rfonti08@gmail.com

Seguramente La Prensa, por su permanente esfuerzo de actualizarse, tiene lectores de capacidades y edades variadas, pero igual me considero obligado a explicar el refrán “No gastar pólvora en chimangos”. Se utiliza en Uruguay, Argentina y Chile, para señalar que no debe gastarse esfuerzo ni dinero en convencer a alguien que es duro de entender, como dura y despreciable es la carne del chimango. En estos tiempos de preparación de elecciones departamentales, puede asaltarnos la idea de que hay gente a la que no se la convencerá con nada. Como la carne del chimango, su razonamiento será duro y no querrá hacer ni siquiera lo que le beneficiará.
Pienso diferente (quizás por efecto de la formación docente), e insistiré que siempre hay que sembrar, que la semilla germinará y las posibilidades de desarrollo llegarán a muchos.
Estimo que entre el Pueblo necesitado no hay chimangos carroñeros, aunque existan operadores que traten de corromper su mentalidad con ofrecimientos vergonzosos; en la gente postergada hay hambre de “tener”, pero es obligación moral de los referentes orientar hacia el bien común y no al vergonzoso aprovechamiento de oportunidades egoístas y ajenas a la democracia.
El lector podrá creer que esto es hablar a la pared, que no habrá respuestas, pero no es así.
En el primer gobierno salteño del Frente Amplio, muchas personas pidieron soluciones individuales al intendente y este y su equipo, respondieron con acciones colectivas que implicaron esfuerzo de los interesados, sin que nadie procurara corromper conciencias. Si se hizo, puede volver a hacerse. El ser humano de hoy tiene la misma constitución anatómica, orgánica y psicológica que el de hace veinte años. Socialmente se ha difundido una práctica de discriminación en las colectividades, pero no se trata de elementos intrínsecos del individuo: son desviaciones culturales.
Tengo muy claro que esta apelación no es un discurso para convencer de una vez a quienes marchan al ritmo de tambores, al son de bailes de moda o de gritos de ataque a los gobiernos. Pero usted que se considera demócrata, que rechaza lo malo que le dicen que hay en otros países, pero no percibe que en el nuestro hay acciones graves contra la gente, hará el esfuerzo por captar el mensaje. Una elección política no es una competencia deportiva: es una acción de convencimiento respecto de ideas y gestiones que generarán bien común. No es tampoco una carrera para entronizar a una persona; se trata de desarrollar planes para las mayorías, con transparente y eficaz utilización de los recursos públicos. Así de sencillo, así de complejo. Quien padece el desempleo estructural de la región, necesita comer hoy; no es un chimango, es un necesitado; quien pide que lo voten para atender esas necesidades, no debe aprovecharse de ellas para beneficiarse: es moralmente obsceno. Lo que hoy toca en suerte por limosna de un mal político, mañana se transforma en desgracia si cambia el viento. Peor será, si la bonanza que el falso demócrata creó para obtener rédito, atara al necesitado a los intereses de quien lo engaña, condenándolo a seguir votándolo.
Sembremos esperanzas, sin chimangos…
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