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Posiblemente me apresuro a afirmarlo, pero estoy con Orsi y Oddone. En estos difíciles cruces de trancazos de la derecha y de la “oposición” de algunos sectores y referentes del Frente Amplio, soy de los que guarda y manifiesta fidelidad a los conceptos pragmáticos del presidente y su ministro. Bueno es fundamentarlo.

Quienes proponen, ahora, impuestos a los más ricos tienen derecho a hacerlo; está muy bien discutirlo; quienes no tenemos mayores elementos de juicio para apoyar o negar el tributo, debemos analizar la situación. Al gobierno nacional hay un ejército (¿mercenario?) que hace fila para pegarle y hacerle la vida imposible en el Presupuesto. Tratan de censurarle ministros y “trancar” como ha dicho Delgado. Entiendo que no es bueno sumarse con la derecha (sin quererlo) y complicarle la vida a quienes están armando el cambio de país conforme a un programa. Requerir, apenas entrado el gobierno, la creación de un impuesto no previsto en los planes, no me parece acertado. Para quienes tenemos pensamientos de izquierda (o simplemente progresistas como se dice ahora) es seductor sacarle a los que tienen mucho, para entregarlo a quienes no tienen casi nada. Pero hay que trabajar esa situación, para no generar una pobreza que nadie quiere, aunque sea igualitaria. No es una chicana derechista, es puro pragmatismo. Un país flaco (sin inversiones) no puede repartir: debemos crecer, distribuyendo, pero sin carnear la vaca. No debe arriesgarse la recepción de capitales. No se trata de entregarse de manos atadas, sino de esperar las inversiones sin “armas en la mano”. El Frente garantiza al Pueblo salud, seguridad, educación, salarios sin recortes; para hacerlo precisa fortalecerse, pagar las deudas heredadas y reestructurar el país. Debe fomentarse el ingreso de dinero limpio.


Gabriel Oddone ha dicho que un impuesto a los más ricos es una “fórmula mágica” sin andamiento y riesgosa para Uruguay; y agregó “lo peor que podemos hacer es crear una sociedad igualitarista, pero con bajos niveles de prosperidad”. Esa es la hipótesis de resultado que podría generar la creación de “un impuesto del 1% al 1% más rico del país”: una huída de inversiones. Ahí la situación sería grave y culpa del gobierno, digo yo. Redondeó el ministro: “Me atrevo a decir que gobierne quien gobierne”, Uruguay no seguirá por un camino de ese tipo por la necesidad que tiene el país de ser atractivo para la inversión, ante “la movilidad del capital” y por la “inaplicabilidad de estos instrumentos”, sostuvo.
El ciudadano puede compartir o no el concepto de quien dirige la economía nacional, después de una carrera dedicada a su profesión en el ámbito privado. No tengo formación económica, pero si varias décadas de ver subir y bajar estrategias económicas, prefiero confiar en quien pudo seguir dirigiendo empresas, pero prefirió servir al país.

El presidente Orsi ha respaldado la posición: hay recursos para las prioridades y se cumplirá en equilibrio. Bajar la pobreza infantil no está atado indisolublemente a esa carga impositiva. Hay ejemplos de fracasos por cambios sin sustento. Mirémoslos y construyamos el país real y posible.

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