Daniel, te recordamos como uno de los mejores
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Por Angélica Gregorihk
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diario@laprensa.com.uy
Hay fechas que no se borran, aunque el calendario insista en avanzar. El 3 de diciembre de 2020, recién comenzada, recibimos una noticia que jamás imaginamos escuchar, el fallecimiento de nuestro querido Daniel Álvez. A cinco años de aquel día que nos dejó sin palabras, su recuerdo sigue vivo. Porque quien tuvo el honor de conocerlo sabe perfectamente de quién hablamos, un hombre bondadoso, honesto, sin apuros para la vida y siempre dispuesto a dar lo mejor en cada tarea que asumía. Un trabajador comprometido, un compañero noble, un padre orgulloso y un ser humano de esos que, sencillamente, hacen falta.
Daniel tenía una forma muy particular de estar en el mundo, comedido, atento, de palabras justas. Nunca había un “no” en su vocabulario cuando se trataba de ayudar. Siempre encontraba el modo, la solución, el tiempo. Su compromiso no era un gesto; era parte de su identidad. Así trabajaba, así vivía y así amaba a sus hijos y a su familia, que eran su motor más profundo.
Tenía también un sentido del humor especial, único, casi tímido, pero que aparecía en los momentos más oportunos para aliviar la rutina. Con él, los días se hacían más livianos. Los pequeños momentos compartidos, desde un café, que parecía saber mejor cuando estaban acompañados de una charla con él, hoy son recuerdos que se sienten como tesoros. Se extraña su presencia, su calma, su forma tan humana de mirar las cosas simples de cada jornada.
Dicen que nadie es indispensable, que cualquiera puede ocupar un puesto. Pero quienes trabajamos con Daniel sabemos que eso no es así. Se puede aprender una tarea, pero el cariño por hacer las cosas bien, la dedicación silenciosa a cada detalle, la entrega genuina… eso no se reemplaza. Su ausencia dejó un vacío que no se llenó con nombres nuevos ni con funciones reasignadas. Todo cambió desde aquel día, y aunque la vida obligue a seguir, nada volvió a ser igual.
A Daniel tan joven y apresurada su partida tanta falta, lo recordamos no solo por lo que hacía, sino por cómo lo hacía. Su trabajo en la diagramación, en la impresión, en esos mínimos detalles que parecían imperceptibles para muchos, pero que para él eran esenciales. Tenía la capacidad de transformar una tarea cotidiana en un acto de amor propio por la profesión. Y eso lo hacía distinto. Eso lo hacía grande.
Hoy, la sala de redacción y diagramación lleva su nombre. Y ese gesto no es un adorno, es una forma de mantenerlo vivo, de que quienes no lo conocieron pregunten por él, de que su historia siga circulando en pasillos, conversaciones y memorias. Es un recordatorio de que hay personas que pasan por la vida dejando una huella; de esas que no se borran con el tiempo ni con la ausencia.
Cinco años después, seguimos sintiendo que Daniel está ahí, en cada buena práctica que heredamos de él, en cada detalle cuidado, en cada momento en que elegimos hacer lo correcto aunque nadie esté mirando. Porque ese era su estilo. Porque esa era su esencia.
Recordarlo es también agradecerle. Agradecerle por su dedicación, por su humanidad, por enseñarnos que el trabajo es más digno cuando se hace con el corazón y que la vida es más amable cuando se la vive con humildad y entrega. Daniel fue, sin quererlo, un ejemplo.
A cinco años de tu partida, te recordamos como uno de los mejores.
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