Rivera y el Uruguay mayor
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Por José Ramón Montejo Duarte
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Técnico Agropecuario y Logístico

Hace 183 años, el 29 de diciembre de 1839 Fructuoso Rivera derrotaba a las fuerzas rosistas invasoras comandadas por el temible Pascual Echagüe, a orillas del arroyo Cagancha en San José. En inferioridad numérica de dos a uno, Rivera los fue desgastando durante meses, hasta presentar batalla en condiciones más favorables y haciendo gala de todo el arrojo y valentía de los gauchos orientales.
Por enfrentarse a Juan Manuel de Rosas, máximo caudillo federalista argentino de la época, se extendió la creencia popular de que Rivera comulgaba con la posición política contraria, el unitarismo. Eso es reforzado por el hecho de que Uruguay como Estado decantó como un país independiente, apartado del proyecto federal, y a que, durante la Guerra Grande, Oribe alineó con Rosas, en tanto Rivera recibió auxilio de unitarios. De paso, lo acusan a Fructuoso de contrariar los caminos federales delineados por Artigas, siendo que Rivera fue quien más luchó por él.
Un análisis atento de los hechos, permite concluir que las ideas de Rivera, lejos de ser unitarias, eran bien federales como lo aprendió del prócer, y a quien acompañó sin desmayos desde el inicio revolucionario independentista.
Ocurre que, junto al ideal federal, Artigas sembró la idea de autonomía provincial. No bastaba con formar parte de una nación federal. Era condición excluyente que la Provincia Oriental y las demás tuvieran su gobierno, su ejército y sus leyes, de manera independiente al gobierno federal. Artigas lo estampó claramente en las Instrucciones del Año XIII, como también la mención explícita de que Buenos Aires no fuera capital..
Rivera lo tomó al pie de la letra en cuanta oportunidad se presentó. Como luego de la batalla de Sarandí, cuando ante la determinación del gobierno porteño de que las fuerzas orientales se repartieran subalternamente entre las argentinas, protestó, pues se afectaba la unidad bélica y la autonomía oriental, “verdadera razón por la que luchamos desde los tiempos de Artigas”. Rivera lo tenía clarito.
Cuando invadió las Misiones en 1828, los pueblos de indios guaraníes se le adherían. En pocas semanas tomó el territorio y gobernó durante ocho meses. Lo nombraron su Jefe. Pero no tomó la provincia como parte de la Oriental, pues nunca lo había sido. Respetó la autonomía de Misiones, y así lo informó a las autoridades nacionales. Hizo elegir autoridades en cada pueblito, mediante el voto popular y de entre los propios indios, con la condición de que para ser alcalde debían saber leer y escribir. La intención no era someter a aquella gente ni anexar su territorio al nuestro. Una correspondencia reservada de Rondeau en 1832 informaba que el gobierno porteño tramaba obstaculizar nuestra autonomía.
Rivera impulsaba la idea de una nación federal, pero al estilo artiguista, o sea siguiendo el modelo confederado norteamericano, donde el verdadero poder residía no en la autoridad central, sino en los estados asociados. Era distinto al federalismo que se desarrollaba bajo la dirección de Buenos Aires, el federalismo español, fuertemente centralista. Rosas actuaba para someternos, anexarnos, a la fuerza.
El proyecto de Rivera confederaba Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Uruguay y Río Grande do Sul. Era el Uruguay Mayor. ¡Qué país!
Recordemos que, simultáneamente a la Guerra Grande, se desarrollaba la revolución Farroupilha (1835-1845), en la cual los riograndenses buscaban independizarse como república, no integrar más el Imperio monárquico de Brasil. A los oficiales riograndenses, quien les sembró el ideal republicano y federal fue Rivera durante el período cisplatino.
Pero, por la dura derrota en Arroyo Grande en 1842 y la derrota farroupilha en 1845, ese intento de país federal de Fructuoso Rivera tampoco pudo cristalizar.
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