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Ser mujer en la política es mucho más que ocupar una banca o participar de debates. Es, sobre todo, llevar la voz y la experiencia de miles de mujeres que no están en los espacios de decisión, pero que viven cada día las consecuencias de lo que allí se decide. Cuando asumí en la Junta Departamental como Edil, no ingresé solo como una representante de un partido o de un sector político. Entré como mujer, como joven, y como persona que cree que la política no es escenario reservado para unos pocos.

Y sin embargo, desde el primer día confirmé algo que ya intuía; la política sigue siendo un lugar mayoritariamente masculino.  No se trata de negar que haya mujeres con protagonismo, porque las hay, y son ejemplo e inspiración, pero la realidad es que las bancas, los espacios de mandos, y las decisiones estratégicas siguen en su mayoría en manos de hombres. Esto no siempre es por falta de capacidad femenina, sino por estructuras históricas que han limitado la participación de las mujeres, por culturas políticas que aún ven a las mujeres más como acompañantes que como líderes.

Ser mujer en este contexto implica, muchas veces, hablar más fuerte, prepararse el doble y estar dispuesta a recibir críticas que no siempre tienen que ver con el trabajo, sino con tu género o tu edad. A veces no te cuestionan la idea, sino quién la dice.  Y ahí es donde ser mujer y joven se convierte en un doble desafío.

Pero también en una oportunidad, porque la mirada de las mujeres en política es diferente no solo por una cuestión de género, sino por las experiencias que vivimos. Las mujeres sabemos lo que es cuidar, sostener, organizar, y muchas veces sacar adelante proyectos con recursos limitados.

Esa experiencia, trasladada a la política, se traduce en propuestas más sensibles a la realidad social, más cercanas a las personas. Sin embargo, ser mujer no significa limitarte a “temas de mujeres”, podemos y debemos opinar sobre economía, infraestructura, producción, seguridad… sobre todo lo que afecta al departamento. Porque antes que mujer, soy persona, y mi trabajo como Edil me exige mirar la realidad en su conjunto.

Creo que el gran cambio que necesita la política no es solo que entren más mujeres, sino que haya un verdadero respeto por lo que cada una aporta. Que podamos disentir sin que eso se convierta en un cuestionamiento personal, que nuestras propuestas se evalúen por su contenido y no por estereotipos.

Hoy, ser mujer en la política para mí es un acto de responsabilidad. Es abrir camino para que otras jóvenes no tengan que enfrentar las mismas barreras. Es demostrar que el lugar que ocupamos no nos fue regalado, sino que lo construimos con trabajo, compromiso y convicción.
Porque la política no es de los hombres ni de las mujeres; es de las personas que están dispuestas a hacer para mejorar la vida de todos. Y en ese sentido, seguiré trabajando, no solo como edil, sino como ciudadana que quiere un Salto más justo, inclusivo y participativo.

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