Carta de los lectores /
Señor Director de Diario La Prensa
Ayer estuve desde las 11 de la mañana en la emergencia del hospital y salí recién cerca de las 7 de la tarde. Como yo, había muchas personas más esperando. Ir a una emergencia ya es, de por sí, agotador y cansador. En mi caso fui porque no aguantaba más el dolor.
Mientras pasaban las horas, algunas personas comentaban que la situación es siempre así. Incluso, para tratar de aliviar el mal momento, algunos bromeaban diciendo que esto parecía la canción de Sabina: “nos dieron la una, las dos y las tres… y las seis”, porque el tiempo pasaba y nadie nos atendía.
Un rato después del mediodía vi ingresar a la directora del hospital por el sector donde estábamos esperando los pacientes. Lo que más me llamó la atención fue que no saludó, ni siquiera dijo “buenas tardes”. Caminó hacia la parte exterior, donde llegan las ambulancias, y se puso a hablar frente a un teléfono que sostenía una muchacha. No sé de qué hablaba...
Lo que sí puedo asegurar es que su actitud me indignó. Como máxima autoridad del hospital, no mostró el mínimo gesto de empatía hacia quienes llevábamos horas esperando, con dolor, cansancio y angustia. Estuvo allí no más de cinco minutos y se retiró, mientras nosotros seguíamos en la misma situación.
Para completar el panorama, nos informaron que no había posibilidad de realizar radiografías en el hospital y que estaban derivando a los pacientes al sector privado. Todo esto en una emergencia pública, que debería estar preparada para dar respuestas básicas.
No escribo esta carta con ánimo de confrontar, sino para expresar una realidad que muchos vivimos y sentimos. La salud pública no es solo gestión y números. También es presencia, escucha y respeto por las personas que están del otro lado, esperando atención.
Agradezco el espacio para poder expresar esta situación, que ojalá sirva para reflexionar y mejorar.
Atentamente, un ciudadano indignado
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