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En Uruguay la justicia no solo llega tarde, sino que, muchas veces, parece ser irreal. En Montevideo, se acaba de dar un ejemplo brutal: un individuo de 45 años, con veinticinco antecedentes penales, agrede a una adolescente para robarla y violarla. Lo increíble no es solo la atrocidad del hecho, sino lo que vino después.

El padre de la víctima, con una entereza admirable, logra dar con el sujeto y lo entrega a la Policía. En apenas poco más de 24 horas, el agresor fue liberado porque los análisis médicos y de laboratorios no estaban listos y, por tanto, no había “pruebas suficientes” para formalizarlo. ¿En serio? ¿De verdad hay que esperar un examen químico para entender que un hombre con dos docenas de antecedentes, reincidente y violento, representa un peligro evidente para la sociedad? ¿Dónde queda el sentido común? ¿Así se combate el delito en un país donde los delincuentes se saben intocables y los ciudadanos viven entre rejas por miedo?.  Si este es el modelo con el que se pretende “combatir el delito”, solo estamos abonando el terreno para que la impunidad siga floreciendo. Y así, los delincuentes reinciden, las víctimas se multiplican y la sociedad se acostumbra a la impotencia. Esto, ya no da para más. Ciudadano indignado

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