
Con Pablo Sánchez /
“El arte como búsqueda y como trinchera”
Pablo Sánchez, artista, docente, gestor cultural y referente del grupo teatral Kalkañal, conversó sobre su visión del arte como herramienta de comunicación, experiencia colectiva y constante exploración. Su premisa es clara: no se trata de “mostrar para el público”, sino de invitar al “participante” a formar parte del hecho artístico. “La observación también es una forma de participación”, afirma, pero para Sánchez el objetivo es que esa observación sea activa, que provoque una respuesta sensorial, emocional, incluso intelectual. “Me interesa encontrar nuevos canales de comunicación con el otro”, explica. Y esos canales, en su caso, se abren desde la escena, el movimiento, lo plástico, lo sonoro, lo literario.
Un arte multidisciplinario que interpela
Desde sus inicios, Sánchez ha apostado por la fusión de lenguajes. Lo escénico y lo plástico no son para él compartimentos estancos, sino territorios interconectados. “El cuerpo es el receptáculo de nuestras emociones”, dice. De ahí que el arte que propone implique al cuerpo, a los sentidos, a la percepción completa.
Lo sonoro, lo visual, la escritura y el movimiento se combinan para construir un “lenguaje propio”. A menudo se trata de creaciones colectivas, donde confluyen distintas miradas: la del fotógrafo, la del performer, la del artista visual. “Así surge el lenguaje que nos identifica”, afirma.
¿Existe un público para este tipo de arte?
No es una tarea fácil, reconoce. “Hay otros atractivos más simples, con menos complejidad”, explica Sánchez. “Este tipo de propuestas artísticas exige, interpela, te plantea preguntas”. Y vivimos, asegura, en tiempos donde se duda poco y se busca lo inmediato.
Aun así, hay público. Jóvenes, estudiantes, personas con inquietudes. “Es una mezcla entre quienes vienen con una mirada más clásica del teatro y quienes se acercan con una disposición más abierta”. Es en ese cruce, señala, donde se generan experiencias significativas.
Kalkañal: 30 años de búsquedas y transformaciones
El grupo teatral Kalkañal cumple este año tres décadas de vida. Surgido con la intención de “ver lo mismo desde otro lugar”, se ha caracterizado por la experimentación y la constante renovación. “Desde el inicio tuvimos la inquietud de corrernos del teatro convencional”, cuenta Sánchez. En esa línea, han explorado múltiples dramaturgias: del texto, del cuerpo, del vestuario, de la luz, del espacio.
El teatro, dice Pablo, no depende de un escenario o una platea. “Cualquier espacio puede transformarse en espacio escénico si hay alguien que representa y alguien que observa”. De hecho, buena parte de su trabajo ha transcurrido en espacios alternativos: galpones abandonados, sótanos, museos, carpas.
El poder del espacio no convencional
Uno de los aspectos más potentes de su propuesta es ese carácter efímero que comparte con el teatro. “Los lugares alternativos tienen una fuerza especial porque no están pensados de antemano para que ocurra algo artístico”, afirma. En esos espacios, todo se transforma: “lo que sucede es único e irrepetible, y si no lo viviste, te lo perdiste”.
Ejemplos hay muchos: desde el local abandonado del Inau hasta una carpa montada en el predio universitario. En cada uno, se ha apostado por intervenir el espacio y activar sentidos, reflexiones y vínculos con el entorno y con el otro.
Nuevas investigaciones: lo oculto y lo simulado
Actualmente, Sánchez desarrolla dos proyectos de investigación artística. El primero gira en torno a lo oculto, al “revés de las cosas”. Inspirado por las atmósferas de Horacio Quiroga —pero sin hacer un homenaje literal—, ha creado seres ficticios retratados por el fotógrafo Maximiliano Moller, que serán parte de una intervención performática en el Museo Olarreaga Gallino.
La idea, explica, es jugar con el misterio, lo que no se ve. “Lo que no sabemos nos atrae. El arte, como las buenas películas, juega a mostrar lo que se devela con el tiempo”.
El segundo proyecto es colectivo, con el grupo Kalkañal, y cuestiona los simulacros contemporáneos: los programas televisivos, las falsas emociones, los formatos vacíos de contenido. “Queremos corrernos de lo que veníamos haciendo y mirar hacia eso: dónde está el adentro y el afuera, dónde comienza la manipulación”.
Crítica a la cultura simplificada
Al cierre, Pablo reflexiona sobre el presente cultural de Salto. “Veo una inclinación hacia formatos simplificados que no dejan ver otras cosas. Eso empobrece”, advierte. Cree que la institucionalización del arte, cuando no se acompaña de una visión crítica, puede vaciarlo de sentido. “El teatro pierde su magia cuando se lo reduce a un evento cultural más”.
Sánchez apuesta por abrir el panorama, por hacer lugar a expresiones más complejas, por integrar el arte en los centros educativos. “No se trata de que lo que hay esté mal, sino de que sea lo único”, dice. “El arte tiene que generar opciones. Si no, estamos en un círculo vicioso”.
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