Las once. La gente de Salto desarrolla sus actividades. Es un sábado frío y soleado y el público hace su vida en el centro de la ciudad.

De repente, todo se interrumpe, la música, las risas, los ruidos, el corte de tránsito, así empieza a cambiar todo con un colorido distinto. Al frente asoma un hombre que saluda, dirige, organiza. Se llama Silvio Previale y da rienda suelta a su pasión, la música cerca de la gente. Hay acordeonistas de Salto, Paysandú, Montevideo, Argentina, Brasil, Chile, Colombia. En esa barra se distingue alguien que es un emblema de la cultura uruguaya. Ese hombre es Hugo Fattoruso, "El Hugo", flaquito y canoso sonríe mientras toca, recibe aplausos pero mucha gente no se percata que está ante de uno de lo más extraordinarios músicos que ha dado este país. Fattoruso es un emblema de cultura pero es tan sencillo que se viene ante un llamado "del Silvio" a tocar gratis a Salto, no solo en el hermoso Teatro Larrañaga sino también por calle Uruguay. ¿Hay más cultura que juntar artistas de nivel de varios países tocando entre la gente un día cualquiera que justo en ese momento deja de ser un día cualquiera? Quizás Salto no ha dimensionado lo que ha hecho Previale, esperemos que no haya que esperar a que no esté para darle valor. Pero bueno, somos un poco así. Como tener a Hugo bajando por el centro haciendo bailar a su acordeón. Tanta historia bien vale un libro podríamos decir.

Días pasados Daniel Colino presentó el libro "Hugo Fattoruso. Música en las manos". En la página 243 de ese libro dedicado al pianista, al músico, al acordeonista, al intérprete, se relata la relación de Hugo con Silvio Previale y se recuerda al padre del Silvio, el viejo Maestro nacido en San Javier, República Argentina, pero que se asentó y desarrolló su carrera docente y musical en Salto a partir de los años sesenta.

Para Salto es una distinción que en el libro de un artista del nivel de Hugo se destaque también a Silvio Previale y se recuerde a su notable padre. Enhorabuena.