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A sus 82 años, el embajador retirado Pelayo Díaz Muguerza continúa dejando huella. Su historia es una mezcla apasionante de diplomacia internacional, cultura y un amor profundo por su ciudad natal, Salto. Desde sus comienzos académicos en Montevideo hasta representar a Uruguay en China, Alemania, Egipto y más, la carrera de Díaz es un testimonio del compromiso con el país y su gente.

De los libros a la diplomacia

Pelayo Díaz inició su camino en Montevideo con la intención de estudiar escribanía, pero su interés por los asuntos globales lo llevó a cambiar de rumbo y especializarse en diplomacia. En una carrera que exigía rigurosas pruebas de ingreso, Díaz ingresó al servicio exterior en una época en que se profesionalizaba el cuerpo diplomático uruguayo. “Esperé varios años hasta que se hizo el primer concurso. Ingresamos más de 40 personas; el último de ese grupo se jubiló hace apenas unos meses”, recuerda con orgullo.

Embajador en tiempos complejos

Su primer destino en el exterior fue como primer secretario ante la delegación de Uruguay en la UNESCO y la embajada en Francia, ambas con sede en París. Fue una etapa crucial en la que trabajó de cerca con temas del patrimonio mundial. Más adelante, fue destinado a Chile como consejero, durante los años finales de la dictadura de Pinochet y el retorno democrático. En los años 90, volvió a Uruguay para asumir como jefe de gabinete del entonces canciller, y posteriormente fue director general de Asuntos Culturales, donde inició proyectos para reconectar con los uruguayos en el exterior y fomentar la difusión artística.

De Hungría a China, pasando por Egipto

Ya con rango de embajador, Pelayo Díaz tuvo su primera jefatura de misión en Hungría, siendo además concurrente con Croacia durante el conflicto en los Balcanes. Fue el primer embajador uruguayo en una Croacia recién independizada.

Tras un breve paso por Egipto, donde también fue embajador, le propusieron uno de los destinos más significativos de su carrera: China. Allí representó al país entre 2001 y 2005, logrando la habilitación sanitaria de productos uruguayos como carne, arroz, soja y cítricos. “Fue la mayor satisfacción profesional de mi vida”, afirma. Su trabajo fue fundamental para consolidar a China como principal socio comercial de Uruguay.

Últimos años diplomáticos y regreso a Salto

Antes de cerrar su carrera en Berlín, como embajador en Alemania, Díaz también dirigió el Instituto Artigas, centro de formación de diplomáticos. Implementó reformas académicas e incluso pruebas eliminatorias de redacción y psicología para mejorar el nivel de los aspirantes. En 2012, tras finalizar su misión en Berlín, decidió volver a su tierra natal. ¿El motivo? “Estos días azules y este sol de la infancia”, cita emocionado, recordando un verso encontrado en el abrigo del poeta Antonio Machado tras su muerte.

Impulsor cultural en su tierra natal

Lejos de retirarse, Pelayo Díaz se convirtió en un pilar cultural de Salto. Es cofundador de la Asociación Amigos de Las Nubes, que gestiona el chalet donde vivió Enrique Amorim, y organiza actividades culturales todo el año, también en el Museo Olarreaga Gallino: desde conciertos hasta charlas y retrospectivas de artistas locales como Aldo Franzoni y Paula Bonino. Ha trabajado por el fortalecimiento del mencionado museo, transformándolo en una persona jurídica activa y con programación continua.

Un órgano monumental para la Catedral

Uno de sus proyectos más ambiciosos ha sido la instalación de un órgano monumental en la Catedral de Salto. “No hay una catedral digna sin un órgano”, sostiene. Gracias a una donación internacional y la colaboración de técnicos capacitados, el instrumento de más de 2.500 tubos será inaugurado en octubre con un concierto y la participación de organistas europeos. Además, se ha vinculado este proyecto con la Escuela Universitaria de Música, que planea instalar una cátedra de órgano en Salto.

Solidaridad activa: salud y comunidad

Pelayo también ha trabajado en la Comisión de Apoyo al Hospital Regional de Salto, y así  se ha conseguido donaciones vitales como camas articuladas antes de la pandemia, que permitieron transformar el CTI local en centro regional. Junto a la Orden de Malta, ha impulsado eventos de recaudación como cenas benéficas, con el apoyo del comercio local.

Retribuir lo recibido

“Nací en una familia de inmigrantes. Salto me dio mucho, y solo intento devolver un poco de eso”, concluye. Desde la diplomacia hasta la cultura y la salud pública, la vida de Pelayo Díaz es un reflejo del servicio, la identidad y la pasión por lo colectivo.

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