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Ayer, 2 de noviembre, se conmemoró en todo el país el Día de los Difuntos, una jornada de reflexión y recuerdo dedicada a quienes ya no están. Aunque se trata de un feriado laborable, este día tiene la particularidad de no trasladarse, de acuerdo con lo establecido por la Ley N.º 16.805, modificada por la Ley N.º 17.414, que determina su celebración cada 2 de noviembre, sin importar el día de la semana en que caiga.

Tradición y memoria familiar

Históricamente, esta fecha movilizaba a cientos de familias que acudían a los cementerios a dejar flores y rezar por sus seres queridos. Era una costumbre impostergable y sagrada, una cita anual en la que el silencio y el respeto dominaban. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta práctica ha ido perdiendo vigencia. Hoy, la concurrencia es mucho menor y muchos prefieren recordar desde la intimidad del hogar.

Cambios en las costumbres

Las flores naturales, símbolo de vida y homenaje, fueron durante décadas parte esencial de la tradición. No obstante, por razones sanitarias y para evitar la proliferación del mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue, se prohibió el uso de floreros con agua, promoviendo así el uso de flores artificiales. Esta medida también impactó en los vendedores ambulantes, quienes solían apostarse frente a los cementerios con coloridos ramos. Hoy, esa imagen casi ha desaparecido, marcando el cambio de una costumbre que, aunque sigue viva, se adapta a los nuevos tiempos.

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