
Hebert Rattin: Una vida en el aire /
El piloto que salvó vidas y surcó los cielos por más de 70 años
La historia de la aviación en Uruguay tiene nombres icónicos, pero pocos tan legendarios como el del salteño Hebert Rattin. Con más de siete décadas de experiencia en el aire, este piloto, instructor y empresario ha sido testigo y protagonista de innumerables momentos que marcaron la aviación del país. Su vida no solo está llena de anécdotas fascinantes, sino también de un legado imborrable en la comunidad aeronáutica y en la gente que tuvo la suerte de cruzarse en su camino. Días pasados Rattin visitó la Sala de Streaming de La Prensa y conversó con el periodista Jorge Pignataro.
Los primeros vuelos y un sueño hecho realidad
Desde niño, Hebert sentía una atracción irresistible por los aviones. Inspirado por su tío Bautista Rattin, quien formó parte de la primera tanda de pilotos en Salto en 1941, comenzó su camino en la aviación de la forma más humilde: limpiando y empujando aeronaves en un aeroclub local.
"Yo miraba los aviones, me quedaba embobado, hasta que un día encontré trabajo en el centro de aviación lavando aviones", recuerda. Con apenas 15 años, ya estaba rodeado de aeronaves, esperando la oportunidad de volar. A los 17 años inició su instrucción y a los 18 obtuvo su licencia de piloto privado.
Su formación como mecánico, aunque no oficial, le brindó conocimientos fundamentales para su carrera. "Saber detectar un problema a tiempo en pleno vuelo puede salvar vidas", afirma.
El piloto ambulancia: salvando vidas desde el cielo
Uno de los momentos más significativos en la vida de este hombre, fue su rol en el servicio sanitario aéreo de Salto. A los 18 años, ya era parte de la guardia de pilotos encargados de trasladar pacientes en vuelos de emergencia.
El Uruguay profundo y rural muchas veces dependía de estos vuelos para acceder a atención médica. "Había lugares donde no existía otra forma de trasladar a un enfermo", comenta.
Uno de sus recuerdos más impactantes fue su primer aterrizaje en Pueblo Fernández, un sitio rodeado de cerros y con una pista de aterrizaje extremadamente corta. "Había que aterrizar, sacar al enfermo y despegar de nuevo sin margen de error", relata.
Las misiones de rescate eran coordinadas con radioaficionados y las autoridades locales. "A veces, para guiarnos, pedíamos que encendieran fogatas para marcar la pista", cuenta.
Empresario y piloto de grandes figuras
En la década de 1970, Rattin fundó su propia empresa de taxis aéreos, lo que lo llevó a conectar con personalidades de la política y los negocios. Entre sus pasajeros se encontraban figuras como los expresidentes uruguayos Jorge Batlle y Luis Alberto Lacalle Herrera, así como João Goulart, expresidente de Brasil, con quien forjó una estrecha amistad.
"Fui el último uruguayo en ver a João Goulart antes de que partiera a Argentina", recuerda.
Entre los momentos que Rattin no olvida jamás, también esta este: "Una vez, Jorge Batlle llegó al aeropuerto y gritó: ‘Si no viene Rattin, no bajo’", cuenta con una sonrisa.
Aviación de ayer y hoy: una visión de la evolución
Hebert ha sido testigo de la transformación de la aviación en Uruguay. Desde los tiempos en que volar era casi artesanal hasta la actualidad, con estrictos controles y alta tecnología.
"Antes, un avión costaba 70.000 dólares, hoy vale 700.000. Todo ha cambiado, desde la seguridad hasta los costos", señala.
Sobre el aeropuerto de Salto, opina que "es un lujo, aunque con poca actividad". Sin embargo, reconoce que la infraestructura y los controles actuales han profesionalizado aún más la aviación.
Un amor eterno por el vuelo
A pesar de haber superado la edad límite para pilotos comerciales, nuestro entrevistado sigue vinculado a la aviación. "Volar es una pasión que nunca se apaga", dice con emoción. "El despegue, la potencia del avión, la sensación de estar en el aire… es algo indescriptible".
Asegura que el miedo a volar es natural, pero que la preparación y la confianza en la máquina son clave. "Ténganle miedo al piloto, no al avión. La falla casi siempre es humana", afirma.
Hoy, con más de 23.000 horas de vuelo, Hebert sigue siendo un referente. Su historia es un testimonio de dedicación, valentía y amor por los cielos. Y aunque ya no pilotea aviones comerciales, su espíritu sigue volando alto.
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