En la costa sur de Salto, justo frente al antiguo frigorífico de la Caballada, descansa una casona emblemática conocida como La Vasca. Su historia es tan rica como su estado actual es triste. Lo que alguna vez fue un símbolo del desarrollo y un lugar lleno de vida, hoy está tapiado con bloques de concreto, deteriorándose en el olvido.

La edil Menalvina Pereyra Das Neves, en su última sesión como legisladora, quiso dejar un mensaje claro y persistente. Después de años de perseverar en su lucha por recuperar este patrimonio para los salteños, dejó un pedido a la nueva legislatura: que no se olvide de La Vasca, que se tomen medidas concretas para preservar este bien histórico antes de que sea demasiado tarde.

En 2016, ya había solicitado información sobre esta propiedad histórica y sus ocupantes. En aquel entonces, la intendencia confirmó que el padrón 20.300 fue donado en 1977 por vecinos salteños para ser parte del patrimonio público. Años más tarde, fue entregado en comodato al Club de Leones Salto Este, quien nombró como cuidador a Olmes Lucio Costa. Sin embargo, en 2010, Costa vendió “derechos posesorios” al señor Richard Bordenave, algo que legalmente no podía hacer.

Desde 2011, la intendencia inició un proceso judicial de desalojo. Aunque al comienzo se dictó sentencia a su favor, el ocupante apeló, y desde entonces el trámite ha quedado en un limbo jurídico que se prolonga hasta hoy.

El deterioro físico de La Vasca es evidente. Ventanas tapiadas, muros desgastados y un abandono visible para cualquiera que pase por la rambla. Pero lo que muchos no saben es que esta casa también guarda un pequeño muelle rudimentario, utilizado en la época de construcción de la represa de Salto Grande, lo que le da aún más valor histórico.

Salvar La Vasca no es solo una cuestión de ladrillos y concreto. Es un acto de memoria, respeto y amor por la historia de nuestro departamento. Ojalá esta vez, con una nueva legislatura, este clamor tenga eco y se convierta en acción.