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En los pasillos del liceo público y en las calles donde resonaron tantas luchas sociales, hay un nombre que se mantiene firme en la memoria de muchos: Alberto Chiriff, más conocido como el "Negro". Profesor y figura entrañable para generaciones de estudiantes, Chiriff fue el protagonista de una entrevista en el ciclo La Prensa | Streaming, donde desgranó pasajes de su vida con una mezcla de emoción, honestidad y sabiduría.

Desde sus inicios como estudiante de magisterio hasta su rol en la fundación de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (FENAPES), Chiriff ha sido testigo —y actor— de los momentos más intensos de la historia reciente del Uruguay. Pero más que testigo, ha sido sembrador. Sembrador de ideas, de convicciones, y sobre todo, de una ética educativa y política que resiste al olvido.

Del aula al sindicato: una vida entre pizarras y pancartas

El relato de Chiriff empieza como el de muchos jóvenes uruguayos de los años sesenta: con sueños, con trabajo, con estudio. Pero en su caso, la vocación docente y la sensibilidad social se entrelazaron desde temprano. “Entré a magisterio más por necesidad que por vocación, pero allí encontré un mundo que me transformó”, contó.

No tardó en descubrir que la educación no podía disociarse de la realidad social del país. Fue así como se fue involucrando en los movimientos estudiantiles, primero, y sindicales, después. En un contexto político agitado, en plena dictadura militar, Chiriff fue parte de la resistencia silenciosa que se daba en los claustros y en los espacios de formación.

“Recuerdo los años más duros. Había que tener cuidado con lo que uno decía, pero también había que enseñar a pensar. Eso, quizás, era lo más subversivo que podíamos hacer”, señala. Y ese pensamiento crítico fue el germen de un sindicalismo docente con identidad propia, con raíces en la defensa de la educación pública y en la lucha por condiciones laborales dignas.

La educación como herramienta de transformación

Para Chiriff, la educación no es un privilegio ni un servicio: es un derecho. Lo afirmó con la fuerza de quien lo ha defendido en todas las instancias posibles, desde la sala de profesores hasta las negociaciones con el gobierno.

En la entrevista, rememora los primeros pasos de FENAPES y las tensiones con las autoridades de la época, pero también rescata los logros colectivos que marcaron un antes y un después para la profesión docente. “Fue una construcción lenta, pero genuina. Los sindicatos nos permitieron ser parte de decisiones que antes nos eran impuestas. Nos dieron voz.”

No obstante, advierte que las amenazas a la educación pública siguen vigentes. La mercantilización del conocimiento, la pérdida del rol del Estado como garante del derecho a la educación y la desvalorización del trabajo docente son fenómenos que preocupan a Chiriff. “No podemos permitir que la escuela pública se transforme en un espacio de segunda”, insistió.

Memoria, identidad y futuro

Uno de los tramos más conmovedores de la entrevista llega cuando Chiriff habla sobre el rol de la memoria. No como nostalgia, sino como una herramienta para la acción. “Nos quieren convencer de que la historia ya fue, que lo que pasó no importa. Pero lo que nos queda es la memoria. Y con memoria, podemos construir futuro.”

Cuenta cómo, en más de una ocasión, se ha encontrado con exalumnos que lo recuerdan no solo por sus clases, sino por su humanidad. Por haber sido un adulto que creyó en ellos cuando el mundo los desahuciaba. “Eso es lo que vale. No las medallas ni los cargos. Lo que vale es haber tocado una vida, aunque sea una.”

Para Chiriff, el Uruguay del mañana debe ser construido con una ciudadanía crítica, activa y comprometida. Y allí, otra vez, el rol del docente se vuelve central. “Los docentes no somos transmisores de contenidos. Somos formadores de personas, de ciudadanos, de sujetos históricos.”

La política como ejercicio de dignidad

Aunque ya retirado de la docencia, Chiriff no ha abandonado la política. Entendida no como partidismo, sino como acción ética. En su voz hay un llamado a la participación, a la defensa de lo colectivo frente a los embates del individualismo neoliberal.

En un momento de la entrevista, lanza una frase que podría resumir todo su pensamiento: “No se trata de que todos pensemos igual, sino de que todos pensemos. Y eso, en estos tiempos, ya es un acto revolucionario.”

Un mensaje para las nuevas generaciones

Cerca del final de la charla, Chiriff se dirige a los jóvenes. Lo hace sin grandilocuencias, pero con una ternura que desarma. Les pide que no pierdan la esperanza, que no se dejen domesticar por la apatía, que se rebelen ante la injusticia y que abracen las causas nobles.

“Yo tengo fe en ustedes. Aunque a veces parezca que no les importa nada, yo sé que sí. Solo que les cuesta encontrar espacios donde expresarlo. Pero cuando los encuentran, son imparables.”

Esa fe es, quizás, el motor que ha movido a Chiriff durante décadas. Fe en la educación. Fe en la gente. Fe en que otro Uruguay es posible.

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