
Puentes culturales desde el norte de Europa /
La propuesta de Astrid Bastholm para familias uruguayas
Una joven danesa promueve el intercambio estudiantil y el entendimiento entre culturas en Salto
En la sala de entrevistas de LA PRENSA | Streaming, la voz de una joven danesa resonó con entusiasmo y calidez. Astrid Jul Bastholm, pasante de la organización internacional Youth For Understanding (YFU), visitó el medio salteño para compartir su historia de vida y su misión: promover los intercambios culturales entre jóvenes europeos y familias uruguayas.
Con apenas 20 años, Astrid ya ha vivido lo que muchos solo sueñan: cruzó fronteras no solo físicas, sino también emocionales y culturales. Desde su natal Dinamarca, se convirtió en embajadora del entendimiento global a través de su experiencia como estudiante de intercambio y ahora como promotora del programa que la transformó.
De estudiante a embajadora cultural
“En agosto llegan 32 estudiantes de distintos países a Uruguay”, contó Astrid. Entre ellos, jóvenes de Dinamarca, Alemania, Noruega y Finlandia que, motivados por la seguridad, la calidez humana y la cultura local, eligieron vivir un año inmersos en la vida cotidiana uruguaya.
Para estos adolescentes, que oscilan entre los 15 y 18 años, la experiencia no consiste simplemente en estudiar en otro país. Es un viaje de aprendizaje humano, donde los vínculos afectivos y la vida familiar son el eje central. “Necesitan hospedarse en casas de familias uruguayas”, explicó Astrid, y añadió que ese gesto de hospitalidad es fundamental: “Las familias terminan siendo embajadoras del país”.
No se trata de clases formales ni de preparar eventos especiales. La idea es compartir la vida cotidiana, desde preparar el mate hasta almorzar juntos un domingo. Esos detalles que parecen insignificantes son, en realidad, los puentes más sólidos entre culturas.
Un año que transforma vidas
Astrid conoce en carne propia el impacto de este tipo de programas. A los 15 años, se fue a vivir a España como estudiante de intercambio. Lo que comenzó como una aventura terminó por marcar su vida para siempre.
“La familia con la que me quedé hoy son mis familiares”, comentó. La conexión fue tan profunda que mantienen el contacto a través de mensajes, fotos y visitas. Lo que empezó como una experiencia educativa, se convirtió en una segunda familia y en un punto de inflexión en su forma de ver el mundo.
“Aprendí a ponerme en el lugar del otro”, afirmó. La empatía y la comprensión de otras costumbres—como saludar con besos o compartir comidas familiares—fueron derribando los prejuicios y reforzando un valor clave: las diferencias culturales no son obstáculos, sino aprendizajes.
La experiencia uruguaya de Astrid
Actualmente radicada en Montevideo, Astrid vive con una familia local, lo cual refuerza su rol como promotora del programa desde la vivencia directa. “Se crea una relación que va más allá del hospedaje. Nace la amistad, nacen los afectos”, sostuvo.
Además de promover la recepción de estudiantes en Uruguay, el programa también ofrece la posibilidad inversa: que jóvenes uruguayos viajen a otros países. “Si tienen entre 15 y 18 años, pueden hacer un intercambio de liceo en el exterior por un año”, explicó.
Claro que ese programa tiene un costo, ya que incluye pasajes, seguro médico y participación en campamentos organizados por YFU durante la estadía. Sin embargo, es una inversión en experiencias únicas, de esas que transforman para siempre.
Cómo ser familia anfitriona: requisitos y realidades
Una de las partes más importantes del programa es la participación de las familias anfitrionas. Y como bien explicó Astrid, los requisitos son mucho más accesibles de lo que muchos creen: “Solo se necesita una cama, no necesariamente una habitación propia, y un plato más en la mesa”.
Lo esencial, destacó, es el deseo de compartir y brindar cariño. “El guiso de invierno para nosotros puede ser simple, pero para un estudiante europeo es comida exótica”, dijo entre risas. La clave está en entender que para quien viene de lejos, las rutinas familiares y los momentos cotidianos son experiencias fascinantes.
Además, aclaró que los estudiantes traen una tarjeta para sus gastos personales, por lo cual no implican una carga económica para la familia más allá de lo básico. “YFU es una ONG, todo se hace de forma voluntaria, sin compensación económica”, aclaró.
Contacto y cómo sumarse
Para quienes deseen sumarse a esta red global de entendimiento cultural, Astrid invitó a contactarse a través de los canales oficiales de YFU Uruguay:
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Sitio web: https://yfuuruguay.org
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Instagram: @yfuuruguay
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WhatsApp: 092 200 203
“La experiencia es muy linda. Se aprende sobre otro país y también cosas que no se aprenden viajando como turista”, expresó. Astrid remarcó que la riqueza del intercambio está en lo cotidiano, en compartir una Navidad, una receta familiar, una canción de cumpleaños.
“Una vez que empezás a ver el mundo desde otro punto de vista, cambia todo”, dijo con convicción. Y cerró con una reflexión potente: “Creo que ahí, en ese entendimiento, es donde se construye la paz. Si todos pudiéramos ver el mundo desde la mirada del otro, no tendríamos tantos conflictos”.
Una invitación a abrir puertas… y corazones
La historia de Astrid no solo habla de intercambios estudiantiles. Habla de tender puentes, de derribar barreras, de mirar con curiosidad y empatía. En tiempos donde las diferencias parecen dividirnos, iniciativas como YFU muestran que también pueden unirnos.
Desde Salto hasta Copenhague, desde una mesa con mate hasta una cena con pasta fresca, cada gesto es una oportunidad para aprender del otro. Y tal como dijo Astrid: “Con amor, una cama y un plato más en la mesa, se puede cambiar una vida. Y también el mundo.”
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