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El Dr. Carlos Teixeira Varese, abogado  jubilado y apasionado defensor de la historia luso-saltense, compartió en el Streaming de Diario La Prensa un recorrido por más de dos siglos de presencia portuguesa en Salto. Aunque se define con humildad “embajador honorario porque nadie me lo dio”, bromea, su labor ha sido fundamental para mantener viva la memoria de las familias que llegaron desde Portugal y las Islas Azores, y que dejaron una marca profunda en la identidad del litoral norte uruguayo.

Teixeira recuerda que la iniciativa para revalorizar ese legado comenzó hace cuatro décadas. “Nos reunimos por primera vez en el Hotel Los Cedros, con el embajador de Portugal y otros descendientes. Desde entonces, nunca dejamos de trabajar por mantener viva esta historia”, explica. Aquella semilla dio origen a un movimiento cultural y social que hoy continúa articulando actividades, encuentros y proyectos entre Uruguay y Portugal.

Tres migraciones que moldearon la ciudad

El relato del Dr. Teixeira distingue tres grandes oleadas migratorias portuguesas que dieron forma al Salto moderno.

La primera ocurrió a comienzos del siglo XIX, cuando Portugal ocupó el territorio oriental tras derrotar a Artigas. Los soldados y colonos procedentes de las Islas Azores se establecieron en torno al puerto salteño. “Fueron los primeros en delinear la estructura básica de la ciudad: las calles, la plaza, la iglesia. Lo que hoy llamamos la ‘plaza vieja’ nació en aquel tiempo”, comenta el médico e historiador.

Aquellos pioneros trajeron consigo costumbres agrícolas, formas de organización comunitaria y una temprana vocación de progreso. Durante ese período, Salto se consolidó como punto estratégico del comercio fluvial y eje de comunicación con el interior del país.

La segunda migración, más organizada, llegó hacia mediados del siglo XIX. Fue protagonizada por familias directamente provenientes de Portugal, muchas de ellas originarias de la región de Penafiel. El personaje clave de este proceso fue José González de Amorín, empresario y benefactor que impulsó la fundación de la Sociedad de Beneficencia Portuguesa en 1880. A través de su barraca comercial, Amorín facilitó la llegada de campesinos que buscaban tierras y un futuro mejor.

Estos inmigrantes trabajaron con sacrificio, comprando pequeñas fracciones de tierra en la Colonia 18 de Julio, hasta lograr el sueño de la propiedad rural. “Formaron familias numerosas, con una cultura del trabajo muy fuerte. Muchos se convirtieron en horticultores y fruticultores que abastecieron la región”, destaca Teixeira.

La tercera migración, más reciente, trajo a campesinos que replicaron esas labores, reforzando la tradición agrícola y granjera portuguesa en el litoral. De allí surgieron apellidos y linajes que aún hoy identifican a la comunidad salteña.

Cultura, idioma y nuevas generaciones

Además del legado económico, los portugueses dejaron una impronta cultural y lingüística que aún perdura. En la zona norte de Uruguay, especialmente hacia el este del departamento, el portugués y el castellano se mezclaron hasta crear una variante única conocida como “portuñol” o “portugués uruguayo”.

“El idioma portugués se hablaba aquí hasta fines del siglo XIX, cuando las escuelas públicas introdujeron el español. Muchas expresiones del habla cotidiana son herencia directa de esa convivencia”, explica Teixeira. Ejemplos como ‘tá calor’ o ‘tres millón’ conservan estructuras del portugués o del guaraní, testimonio vivo del mestizaje lingüístico.

Hoy, la Casa de Portugal y la escuela que lleva su nombre continúan ese lazo cultural mediante clases de idioma portugués. “Logramos que Primaria designara una maestra y que los niños aprendan portugués junto al español”, cuenta con orgullo. El grupo “Salto Portugués”, formado por descendientes locales y miembros de las casas de Portugal de Montevideo y San Carlos, mantiene un contacto activo a través de WhatsApp. “Estamos permanentemente comunicados; es una reunión virtual constante”, comenta entre risas.

El reconocimiento de una herencia compartida

El trabajo de estas asociaciones ha merecido el respaldo de la Embajada de Portugal, que cada seis meses instala en Salto un servicio consular itinerante. Durante los encuentros, los descendientes pueden tramitar su nacionalidad portuguesa, y la comunidad aprovecha para celebrar actividades culturales, exposiciones y conciertos.

“Este año se inaugurará un mural con motivos portugueses pintado por escolares y artistas locales en el Mercado 18 de Julio”, detalla el Dr. Teixeira. También se prevé un concierto de órgano en la Catedral, simbolizando el diálogo entre historia y presente.

Estas iniciativas son más que actos protocolares, son una reafirmación de identidad. “Somos todos uruguayos, pero nuestra identidad tiene muchos aportes. Somos luso-saltenses, una mezcla de portugueses, indígenas y africanos, como lo demuestra el ADN de la población”.

De las misiones jesuíticas al mate y la música

Durante la entrevista, Teixeira se permite una digresión histórica apasionante, la influencia de las misiones jesuíticas y el comercio de la yerba mate, que unieron a los pueblos del río Uruguay antes de la independencia. “Por aquí pasaban toneladas de yerba producida en las misiones. Era uno de los grandes rubros del Virreinato del Río de la Plata. Se tomaba mate hasta en Ecuador”, señala. También recuerda el nivel de desarrollo cultural de aquellas reducciones, donde se fabricaban instrumentos musicales, cañones y órganos. “Eran sociedades muy avanzadas, civilizadas, lectoras, con orquestas formadas por indígenas.”

Sin embargo, la expulsión de los jesuitas en 1767 marcó el inicio del declive y la destrucción de las misiones por parte de los ejércitos coloniales. “Fue uno de los hechos más indignantes: se destruyó todo un sistema que había educado y civilizado a los pueblos indígenas”.

Una historia que sigue escribiéndose

Al cierre de la conversación, el Dr. Teixeira resume la magnitud del legado portugués en Salto: más de un centenar de apellidos, genealogías que se remontan a las Azores y una cultura familiar basada en el esfuerzo, la fe y la comunidad. Su propia familia es ejemplo de ello: “Mi tatarabuelo era nieto de un azoriano que vino de la isla San Jorge. Se casaban entre ellos, hacían negocios entre ellos. Mi bisabuelo tuvo quince hijos”, recuerda con humor. Para Teixeira, esta historia no pertenece sólo al pasado. “Las migraciones se repiten. Antes eran los portugueses y los italianos; hoy son los latinoamericanos que van a Europa. Es el mismo impulso humano de buscar un futuro mejor.”

El valor de la memoria

Antes de despedirse, el Dr. Teixeira agradece la oportunidad de difundir el trabajo que viene realizando desde hace cuarenta años. “Lo importante es que la historia se siga contando. Somos el resultado de todas esas mezclas”, afirma.

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