
Casino de Oficiales en Arenitas Blancas /
Recuerdos de ayer... ruinas de hoy
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Por Pedro Rodriguez
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Juan Carlos Herche caminaba lentamente por la costanera sur disfrutando del aire fresco de la tarde. Sus pasos, casi sin darse cuenta, lo llevaron a un lugar que hacía años no visitaba: el antiguo Casino de Oficiales. Al ver su estado actual, sintió un nudo en la garganta. Lo que alguna vez fue un sitio vibrante, lleno de vida y actividad, ahora no era más que una estructura deteriorada, cubierta de maleza y abandono.
Se quedó inmóvil por un momento y cerró los ojos. En su memoria apareció la imagen de su niñez. Recordó los días en que corría por ese mismo lugar, mientras su padre lo llamaba para que no se alejara demasiado. El casino, en aquel entonces, era un edificio imponente, con paredes firmes y un patio impecable. Había una cancha donde los adultos jugaban partidos amistosos y, a un costado, una pequeña piscina donde los niños chapoteaban bajo el sol del verano.
Historia viva...
Los bancos de madera estaban siempre ocupados por vecinos que charlaban animadamente, compartiendo mate y anécdotas. Las hamacas crujían con cada movimiento de los niños, y las risas se mezclaban con el sonido del viento que soplaba desde el río. Todo tenía un aire de comunidad, de pertenencia, de historia viva.
Olvidado por completo...
Pero al abrir los ojos, Juan Carlos solo vio escombros. El piso de hormigón estaba resquebrajado, las paredes que alguna vez protegieron el casino habían sido derribadas en parte, y todo estaba cubierto de maleza y basura. Un silencio pesado lo envolvía, como si el lugar hubiera sido olvidado por completo.
¿Qué había pasado?
Se preguntó una y otra vez. Recordaba que en su juventud la policía custodiaba el lugar y que, en algún momento, dejaron de hacerlo. Tal vez fue un contrato que expiró, una decisión administrativa, o simplemente el paso del tiempo que convirtió ese sitio en un recuerdo borroso para muchos. Lo cierto era que lo que alguna vez fue un espacio de reunión y alegría, ahora era solo un eco de lo que fue.
El viejo Peñon...
Caminó un poco más, tratando de encontrar algún rastro del pasado. Quiso ver el viejo peñón, aquel que se alzaba con orgullo cuando él era niño, pero estaba oculto entre la maleza. Se esforzó por identificar los bancos donde tantas veces descansó con su padre, pero solo encontró restos de madera podrida.
¿Cómo era posible?
El peso de la nostalgia lo envolvió. ¿Cómo era posible que un lugar tan significativo hubiera caído en tal estado? Recordó a los ancianos que se sentaban en ronda a tomar mate, a los jóvenes que soñaban con el futuro mientras miraban el río, a los niños que corrían sin preocupaciones. Todo eso ahora parecía pertenecer a un tiempo lejano, casi irreal.
Un video para...
Juan Carlos suspiró y sacó su teléfono. Decidió grabar un video, quizás para compartirlo con quienes, como él, alguna vez disfrutaron de ese sitio. Tal vez alguien más sintiera la misma tristeza y, con suerte, se despertara el interés por recuperar ese espacio olvidado. Antes de irse, miró una última vez el casino. Aunque en ruinas, aún guardaba la esencia de lo que fue. Sonrió con melancolía, sintiendo que, aunque el tiempo había cambiado todo, los recuerdos seguirían intactos en su corazón.
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