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Días pasados, LA PRENSA recibió el comentario de más de un salteño, con la preocupación por los reductores de velocidad que, con buen tino, se instalaron alguna vez por parte de la Intendencia de Salto en diferentes barrios de la ciudad, pero que después se han perdido.

Se rompieron o se quitaron

Salto es una ciudad que se caracteriza por tener muchos reductores de velocidad en sus esquinas. Nos referimos a esas barras de hormigón y hierro (más angostas que las más comunes lomas de burro) que atraviesan del cordón de una vereda al de la otra, al llegar a una esquina. Lo llamativo es que se han ido rompiendo, pero también a algunas partes las han quitado a propósito, y no se han repuesto. Ejemplos sobran: Avenida Batlle y Bella Unión, avenida Oribe y Concordia, Agraciada e Invernizzi (preferencial), 8 de Octubre entre Arregui y 1º de Mayo, Amorim casi 19 de Abril…

Delito

Que algunos se han roto por el desgaste producido por el pasaje de vehículos, no hay dudas. Pero también es cierto que, como esas estructuras están formadas por partes (tres o cuatro segmentos unidos) en muchos casos se han quitado para facilitar el tránsito, es decir, una “picardía” hecha por quienes aparentemente no están dispuestos a reducir la velocidad. En realidad, estamos hablando de un delito (rotura de un bien público y atentado contra el tránsito). Lo concreto es que quienes se tomaron el trabajo de quitar esos fierros lo habrán hecho con mucha parsimonia y además con herramientas apropiadas, porque no ha de ser fácil. Es más, en algunos casos está perfectamente calculado, como medido, para que pase el ancho de una moto; en otros, para las dos ruedas de un auto…En fin, quizás lo más importante sea saber si habrá reposición, de lo contrario, claramente se perdió el objetivo para el que fueron colocados.

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