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Cada 7 de agosto, la capilla de San Cayetano de Salto se colma de fe, esperanza y acción comunitaria. Fieles de Uruguay, Argentina y Brasil se reunen para celebrar al patrono del pan y del trabajo, en una jornada marcada por la devoción, la solidaridad y los testimonios de quienes confían en su intercesión.

Un santo que dejó todo por los demás

San Cayetano, nacido como Cayetano de Thiene en 1480 en Vicenza, Italia, provenía de una familia noble. Se doctoró en derecho civil y canónico, y ocupó cargos importantes en la corte papal. Pero su vocación lo llevó a abandonar el poder y los privilegios para dedicarse a los más pobres.

Ordenado sacerdote a los 35 años, se volcó a la confesión, la atención de enfermos incurables y la creación de obras de caridad como el Ospedale degli Incurabili en Venecia. En 1524, junto al obispo Juan Pedro Caraffa (futuro papa Pablo IV), fundó la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos, una comunidad dedicada a la pobreza absoluta y la evangelización.

También fundó el Monte di Pietà, antecedente del Banco de Nápoles, para ofrecer préstamos sin usura a los más necesitados. Murió en Nápoles en 1547 y fue canonizado en 1671. Desde entonces, es reconocido como un faro de fe para quienes buscan sustento, empleo y consuelo.

Fe que se transforma en ayuda

En Salto, la celebración de San Cayetano fue mucho más que una misa. Desde la madrugada, fieles se acercaron a la capilla, en Agraciada 3198 de Barrio Barbieri donde se comparten oraciones, agradecimientos y pedidos. La misa principal, prevista para las 16:30. La capilla, sin embargo, no se limita a las festividades del 7 de agosto. Cada día 7 del mes permanece abierta desde las 7:00 hasta las 19:00, recibiendo donaciones de alimentos y ropa que se transforman en canastas para familias vulnerables de barrios como Barbieri, Artigas, La Amarilla y Calafí. Parte de la ropa es vendida a bajo costo, y con ese dinero se compran productos frescos para completar la ayuda.

Una cocina con alma y propósito

El corazón solidario de la comunidad también se expresa en la cocina de la capilla. Un grupo de mujeres voluntarias prepara tortas, pasteles y otras delicias que se venden durante las celebraciones. Con amor, dedicación y una sonrisa, afirman que todo lo hacen como ofrenda al santo y al prójimo. Así, la figura de San Cayetano no solo convoca a la oración, sino que impulsa a la acción. Su legado vive en cada gesto de ayuda, en cada alimento compartido, en cada mano tendida. En Salto, su mensaje sigue más vigente que nunca.

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