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El suicidio continúa siendo un tema tabú en gran parte de la sociedad. A pesar de que las cifras son alarmantes y de que casi todos conocemos de cerca algún caso, sigue siendo difícil hablarlo abiertamente. La psicóloga Emilia Arce, en una reciente entrevista en la Sala de Streaming de La Prensa, ofreció una mirada profunda y humana sobre el problema, resaltando la importancia de escuchar, acompañar y romper con los estigmas que rodean a quienes atraviesan pensamientos suicidas.

El silencio social y los estigmas

Arce destacó que uno de los principales obstáculos para abordar el suicidio es el silencio social que lo rodea. “Hay muchos estigmas y muchísimos mitos”, señaló. La fragmentación social, el ritmo acelerado de vida y la tendencia a “vivir corriendo” dificultan que las personas puedan detenerse a escuchar y prestar atención a quienes están sufriendo.

La psicóloga recordó que muchas veces, tras una muerte por suicidio, familiares y amigos expresan frases como “deberíamos haber hablado” o “no presté atención a tal señal”. Para ella, esta falta de conexión real entre las personas es uno de los grandes desafíos que enfrenta la sociedad actual.

Señales de alerta: cuando pedir ayuda se vuelve urgente

Si bien no siempre hay advertencias, en muchos casos las personas en riesgo sí emiten señales claras. Arce enumeró algunas de ellas: expresiones de desesperanza (“no quiero vivir más”, “no sirvo para nada”), referencias constantes a la muerte, aislamiento, pérdida de interés en actividades o un sufrimiento evidente tras pérdidas significativas, como una separación o la pérdida de un empleo.

No obstante, también advirtió que existen situaciones en que la persona no muestra síntomas visibles, sino que se sumerge en una actividad constante, intentando “tapar el vacío” con exigencias o logros. Esto es especialmente frecuente en deportistas y jóvenes sometidos a altas expectativas de rendimiento.

La presión del rendimiento y la frustración

Un tema que preocupa especialmente a Arce es la presión que enfrentan los adolescentes y jóvenes deportistas. “La mayoría de los chiquilines vive con la exigencia de ganar siempre, de ser el mejor. Y cuando pierden, les cuesta asumir que también se aprende de la derrota”, explicó.

La psicóloga recordó que incluso en los deportes amateurs, como el suyo propio —las bochas—, se viven frustraciones que pueden afectar el ánimo. La clave, dijo, está en contar con entornos que transmitan mensajes más humanos y menos competitivos, como aquel joven que consoló a un compañero recordándole que lo importante no era el resultado, sino el aprendizaje compartido.

Una sociedad fragmentada y a contrarreloj

Para Arce, la sociedad actual vive en “modo automático”, corriendo detrás de obligaciones y tareas, sin detenerse a cultivar vínculos genuinos. “Hacemos mil cosas a la vez, hablamos con un familiar mientras ponemos ropa a lavar y ya estamos pensando en la próxima actividad. En ese contexto, el otro no se siente habilitado para compartir cómo está realmente”, advirtió.

Esta dinámica genera lo que ella llama una “fragmentación social tremenda”, donde la visita, la presencia y la escucha son reemplazadas por contactos superficiales. Frente a esta realidad, Arce propone recuperar la humanidad en los vínculos y asumir que el suicidio no debe abordarse solo desde lo individual, sino desde lo comunitario y lo interdisciplinario.

Humanizar el suicidio y trabajar en prevención

“Quitarme la vida no es un acto egoísta, sino un acto de cansancio ante tanto dolor”, remarcó la psicóloga. Por eso insiste en la necesidad de humanizar el tema y entenderlo como una problemática que requiere trabajo integral: desde los sistemas de salud, la familia, la comunidad y el propio entorno cercano.

La prevención, enfatizó, puede ser tan simple como “estar, escuchar y preguntar”. Animar a la persona a buscar ayuda profesional, acompañarla a un taller, o incluso recordarle que existen pequeñas pero poderosas razones para vivir, como el cuidado de una mascota, el acompañamiento de un sobrino o la posibilidad de presenciar el crecimiento de los hijos.

El impacto en Uruguay: cifras preocupantes

Arce recordó que el suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo, con más de 740.000 casos anuales. En Uruguay, la situación es especialmente alarmante: el país tiene una de las tasas más altas de América, con departamentos como Treinta y Tres y San José encabezando los registros.

A esta realidad se suman factores estructurales como la falta de oportunidades laborales para los jóvenes, lo que genera desmotivación y sensación de falta de horizonte. Para la psicóloga, este panorama debería llevar a reflexionar sobre la necesidad de políticas públicas más integrales, que atiendan tanto la salud mental como la inserción social y económica.

“Todo tiene solución”: un mensaje de esperanza

A pesar de la crudeza del tema, Emilia Arce cerró con un mensaje esperanzador: “Todo tiene solución. Aquello que parece un mundo en un momento puede tener salida”. Para ella, prevenir significa transformar, y transformar salva vidas.

El llamado es claro: detenernos, escuchar y acompañar. Porque en la vida de cada persona puede haber motivos profundos para elegir seguir viviendo, y reconocerlos puede marcar la diferencia.

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