Vicente Zapata, gobernador de Entre Ríos, y Estanislao López, caudillo de Santa Fe, coincidieron en apoyar el audaz plan de ocupar las Misiones Orientales, entonces en manos del Imperio del Brasil. Al evaluar al hombre indicado para llevar adelante semejante empresa, no dudaron en señalar al general Fructuoso Rivera. De él destacaban su experiencia militar, su profundo conocimiento del enemigo y una trayectoria de éxitos que le habían granjeado un prestigio indiscutido en América. Rivera —decían— era temido por los adversarios y querido por los paisanos, dotado de rectitud, generosidad, valentía y sagacidad. Su sola presencia bastaría para organizar una fuerza inesperada. Los hechos confirmaron plenamente ese juicio.

Arrebatar las Misiones Orientales del Imperio...

En 1828, al mando de un reducido contingente, Rivera inició una campaña tan arriesgada como decisiva con el objetivo de arrebatar las Misiones Orientales al dominio brasileño. La empresa parecía temeraria, pero su desarrollo fue fulminante. En apenas veinte días, el caudillo oriental logró ocupar un territorio de dimensiones comparables al del Uruguay actual. Las poblaciones lo recibieron como a un libertador, mientras las escasas fuerzas imperiales se vieron obligadas a rendirse sin ofrecer mayor resistencia.

Oribe dijo que el patriotismo de Rivera ya no debía ponerse en duda...

Mientras tanto, Juan Antonio Lavalleja, receloso de la situación, envió a Manuel Oribe en persecución de Rivera. Oribe cruzó el Ibicuy y marchó tras el conquistador, pero gracias a la mediación de Bernabé Rivera se alcanzó un entendimiento entre ambos jefes. El propio Oribe comunicó a Lavalleja que el patriotismo de Rivera ya no debía ponerse en duda y que correspondía liberarlo de la injusta acusación de traición que, por error, había pesado sobre él.

Conquista de las Misiones y posterior evacuación...

Tras la conquista de las Misiones, y como resultado de las negociaciones diplomáticas impulsadas por Lord Ponsomby, se encaminaba la solución que daría nacimiento a la República Oriental del Uruguay como Estado independiente. En cumplimiento de las órdenes de Lavalleja, Rivera dispuso el inicio de la evacuación del territorio a comienzos de noviembre de 1828.

Rivera viajó con los indios guaraníes hacia el sur...

Sin embargo, el retiro no fue sencillo ni silencioso. Guaraníes y brasileños que habían colaborado con los rioplatenses decidieron marchar hacia el sur junto al ejército, llevándose consigo todo aquello que tuviera valor. Acompañado por una numerosa población indígena y por un gran arreo de ganado, Rivera cruzó el río Ibicuy el 22 de diciembre de 1828. En las Misiones Orientales solo permaneció en pie el pueblo de São Borja.

Rivera se detuvo al sur del Ibicuy

Desde el lado brasileño, el mariscal Sebastião Barreto Pereira Pinto seguía de cerca los movimientos de Rivera. Las fuerzas orientales se detuvieron al sur del Ibicuy, río que los rioplatenses consideraban el límite norte de la Banda Oriental. Para el Brasil, en cambio, la frontera debía fijarse más al sur, en el río Daymán. Pese a esta diferencia, Barreto no confiaba lo suficiente en sus tropas como para forzar un enfrentamiento armado.

Acuerdo Ireré-Ambá

Así, el 25 de diciembre se firmó el acuerdo de Ireré-Ambá, por el cual Rivera quedaba autorizado a instalarse, junto con la población y las milicias que l acompañaban, al sur del río Cuareim. Fue entonces cuando Don Frutos pronunció una frase que quedaría grabada en la historia: “Aquí me quedo”. Y allí se quedó.

El departamento de Artigas existe gracias a Rivera

No se equivocaba el historiador brasileño João Pandiá Calógeras al afirmar que el departamento que hoy lleva el glorioso nombre de Artigas, con mayor justicia, debería llamarse Rivera, pues fue él quien lo conservó para el Uruguay. En definitiva, si el actual departamento de Artigas forma parte del territorio nacional, ello se debe a la firmeza, la audacia y la determinación de Fructuoso Rivera, uno de los principales soldados de la independencia oriental.