
La guerra mediática /
La "Abuela Anja" ucraniana que salió con una bandera soviética
Las guerras se ganan tanto con las armas como con la propaganda. Para el triunfo se necesitan imágenes icónicas de héroes y de víctimas inocentes tanto como lanza misiles de larga distancia. Las fotos de los cadáveres esparcidos por las calles de Bucha o Irpin con las manos atadas en la espalda, hicieron más daño a Rusia que un bombardeo masivo contra sus tropas. Ucrania lo utilizó a su favor y logró volcar definitivamente la mayoría de la opinión global a su favor. Cuando ocurrió ese episodio, el Kremlin salió a buscar desesperadamente una respuesta mediática. Y la encontró en un hecho fortuito: una abuela ucraniana que salió con la bandera soviética a recibir a las tropas invasoras.
Anna Ivanova, de 69 años, vivía junto a su marido en una modesta casa del pueblo de Velyka Danylivka, cerca de Kharkiv, la segunda ciudad ucraniana. Un día de principios de abril vio que estaban entrando un grupo de soldados al pueblo, sacó una vieja bandera soviética y la agitó enérgicamente para recordarles su pasado común y tratar de disuadirlos de que no destruyan el pueblo o maten a su gente. Se equivocó. No eran rusos. Eran sus compatriotas ucranianos. Los soldados indignados al ver la bandera roja con el martillo y la hoz en dorado, se la arrebataron y la pisotearon. Ella se negó a aceptar una bolsa de comida que le quisieron regalar, y retó a los soldados por pisar “la bandera por la que murieron sus padres”.
Los propios soldados ucranianos filmaron lo sucedido y lo subieron a las redes. Enseguida se llenaron de comentarios insultando a Ivanova y a todos los ucranianos pro-rusos. En la oficina de prensa y propaganda del Kremlin fue interpretado de otra manera. Convirtieron a Ivanova en la “abuela Anya” y en un potente símbolo del supuesto apoyo local a la “operación especial” lanzada por Putin. Ivanova/Anya era “la prueba viviente”, que tanto necesitaban, de que el pueblo de Ucrania esperaba desesperadamente ser “liberado”.
Para el relato del Kremlin, la “abuela Anya” pasó a ser una santa, el símbolo de apoyo a la invasión de Ucrania. Aparecieron murales pintados en las paredes laterales de edificios de Moscú y San Petersburgo. Un grupo de artesanas lanzó una muñeca con la imagen de la mujer y la bandera roja. El escultor Alexander Ivchenko le hizo una estatua en madera y un colega, en hierro fundido. El 4 de mayo, las fuerzas de ocupación inauguraron una de estas estatuas en la ciudad de Mariupol, que había sido recientemente capturada. Sergey Kiriyenko, subjefe de gabinete del presidente Putin y zar de la política interior, asistió a la ceremonia de inauguración y dijo en un discurso que los funcionarios rusos aún no conocían el nombre completo de la “abuelita de la bandera”.
Al día siguiente le respondieron del Centro de Comunicaciones Estratégicas del Ministerio de Cultura y Política de Información de Ucrania. Publicaron un nuevo vídeo con la “abuelita Anya”, revelando su nombre completo: Anna Ivanovna Ivanova. En el vídeo se afirma que los soldados ucranianos ayudaron a la mujer y a su marido a huir del fuego de la artillería rusa. Las nuevas imágenes también incluían una entrevista editada con Ivanova en la que afirmaba: “Es una mierda, por supuesto, que Rusia haya hecho esto. Estaba pensando en dar la bienvenida a los rusos que vinieron, para decirles que no destrocen nada aquí, que resuelvan las cosas pacíficamente”.
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