Crimen atroz en Shangrilá /
Una abuela asesinada y enterrada en su propio patio
La tranquilidad de Shangrilá quedó quebrada por un crimen que estremece por su brutalidad y por el vínculo entre víctima y victimarios. Gilda, una mujer de 84 años, fue asesinada a golpes y enterrada bajo arena en el patio de su propia casa. Por el homicidio fueron imputados su nieta y la pareja de esta, mientras la Justicia avanza en una investigación que deja al descubierto un escenario de violencia, abandono y miedo.
El caso y la imputación
El fiscal de Ciudad de la Costa de 2º turno, Ignacio Montedeocar, logró la imputación de ambos como presuntos autores de un delito de homicidio muy especialmente agravado. Como medida cautelar, la jueza dispuso la prisión preventiva por 180 días para los dos principales implicados, plazo durante el cual continuará la investigación. En paralelo, un tercer hombre fue imputado por un delito de receptación agravada, al haberse quedado con pertenencias de la víctima. En su caso, se ordenó prisión preventiva por 90 días. Fue justamente este último quien terminó señalando a la Policía el lugar exacto donde estaba enterrado el cuerpo de la anciana. La autopsia confirmó la saña del ataque: Gilda presentaba múltiples golpes en la cabeza y en la zona del tórax, lesiones que evidencian una agresión violenta y sostenida. El hallazgo del cuerpo ocurrió el jueves, cuando los investigadores removieron arena en el predio de la vivienda y dieron con el cadáver oculto en el patio, a pocos metros de donde había vivido sus últimos días.
Una desaparición denunciada a 4 días
La desaparición de la mujer se remontaba al sábado. Recién el martes, su nieta se presentó ante la Policía para radicar la denuncia, afirmando que tras una discusión la anciana se había ido de la casa durante el fin de semana y que, al regresar, ya no estaba allí. Sin embargo, desde el inicio el relato despertó sospechas. En la vivienda, los efectivos encontraron rastros de sangre y el bastón de la mujer, indicios que llevaron a los investigadores a concluir que no estaban ante una simple desaparición, sino frente a un homicidio. Además, las declaraciones de la joven resultaron inconsistentes y contradictorias.
En la casa convivían Gilda, su nieta, la pareja de esta y una tercera persona que se quedaba en el lugar. Según relataron vecinos, la anciana vivía con temor. Aseguraron que las otras personas eran consumidoras y que la mujer había llegado a colocar una especie de reja en la puerta de su dormitorio para impedirles el paso. Incluso, algunos vecinos habían realizado denuncias previas por destratos y situaciones de tensión en el hogar.
El círculo se cerró cuando uno de los implicados se presentó ante la Policía y reveló dónde estaba enterrado el cuerpo. Así salió a la luz un crimen que no solo habla de violencia extrema, sino también de la vulnerabilidad de una mujer mayor que, pese a vivir rodeada, terminó asesinada y ocultada en su propia casa. Un caso que golpea a la comunidad y deja preguntas abiertas sobre las señales de alarma que, esta vez, llegaron demasiado tarde.
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