La siesta /
Hábito saludable que gana valor con la edad
Dormir una breve siesta durante el día, lejos de ser un signo de pereza, puede convertirse en un aliado del bienestar, especialmente en la edad adulta. Tradicionalmente asociada a una costumbre familiar o cultural, la siesta vuelve a ganar protagonismo como una práctica saludable siempre que se realice con moderación.
Según especialistas médicos y el sitio de la Fundación Atiliano Sánchez Sánchez (FASS) de Madrid, una siesta corta —de no más de 20 minutos— puede aportar múltiples beneficios físicos, cognitivos y emocionales. En cambio, los descansos prolongados, superiores a una hora, pueden alterar el sueño nocturno y desajustar el ritmo circadiano.
En el plano físico, una breve siesta ayuda a mejorar la circulación sanguínea, reducir la fatiga y prolongar la energía del día. También contribuye a fortalecer el sistema inmunológico y a disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, problemas comunes en la población mayor.
Desde el punto de vista cognitivo, este descanso reparador favorece la concentración, la memoria y la agilidad mental. Mejora los reflejos y estimula funciones cerebrales esenciales como la orientación espacial y la fluidez verbal, que tienden a deteriorarse con el paso de los años.
Además, en el plano emocional, el hábito de descansar unos minutos después del almuerzo incide positivamente en el humor, reduce el estrés y promueve una sensación general de relajación y bienestar.
Así, la siesta, cuando se practica con medida, se consolida como una aliada del envejecimiento saludable: una costumbre sencilla que ayuda a cuidar el cuerpo, la mente y el ánimo en las distintas etapas de la vida.
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