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Agustín Martínez, entrenador y pionero de la calistenia en Salto, compartió su inspiradora historia de superación, constancia y pasión por una disciplina que transforma tanto el cuerpo como la mente. En una era donde el bienestar físico y mental se ha convertido en prioridad para muchas personas, la calistenia emerge como una práctica accesible, efectiva y profundamente transformadora. Agustín Martínez, joven entrenador y uno de los principales impulsores de esta disciplina en la ciudad de Salto, narra cómo el amor por esta actividad no solo le cambió la vida, sino que también se ha convertido en un camino para motivar a otros a descubrir sus propias fortalezas.

Desde sus comienzos hasta su presente como referente local, Agustín revela una historia que combina esfuerzo, resiliencia y una fuerte creencia en el poder del cuerpo humano para autosuperarse. Su relato, compartido en una entrevista con La Prensa, deja entrever que la calistenia no es solo un entrenamiento físico: es una filosofía de vida.

Un comienzo inesperado: del gimnasio a la barra del pueblo

Agustín comenzó su camino en el mundo del ejercicio físico durante la cuarentena. Aunque es oriundo de Maldonado, había regresado a Salto –ciudad de nacimiento y hogar de su familia– por vacaciones. En su búsqueda por mantenerse activo, se anotó en un gimnasio local. Pero todo cambió con la llegada de la pandemia.

“Ya notaba un poquito de progreso y no quería abandonar”, cuenta. Al enfrentarse al cierre de los gimnasios, comenzó a investigar métodos de entrenamiento en casa. Así descubrió la calistenia: ejercicios con el propio peso corporal, sin necesidad de equipamiento costoso ni instalaciones complejas. Empezó haciendo flexiones, dominadas y se entrenaba con una barra instalada en el pueblo. “Ahí comenzó mi pasión por la calistenia”.

De la pasión al proyecto: abrir camino en Salto

En 2021, Agustín decidió regresar definitivamente a Salto con una visión clara: traer la calistenia a una ciudad donde esta disciplina era prácticamente desconocida. Se contactó con un gimnasio que le cedió un espacio gratuito, y allí empezó a dar clases. Pero el inicio no fue fácil: pasó un año sin conseguir siquiera un solo alumno.

“La enseñanza más importante que me dejó la calistenia fue no bajar los brazos”, afirma con convicción. Eventualmente, la persistencia dio frutos: llegó su primer cliente, luego el segundo, y poco a poco su grupo fue creciendo. Incluso comenzó a ofrecer entrenamientos al aire libre en “la fosa”, una zona que más tarde se inundaría, obligándolo a buscar un nuevo espacio.

Fue entonces cuando apareció una oportunidad inesperada: un joven emprendedor que, al ver sus entrenamientos en la plaza, decidió invertir en un gimnasio de calistenia. Así nació su primer local formal, lo que marcó un quiebre importante: pasó de tener cinco alumnos a veinte.

Soñar no cuesta, pero cumplirlo sí

Aunque la apertura del gimnasio fue un paso enorme, el camino siguió siendo desafiante. Durante siete meses, Agustín ganaba apenas 2.000 pesos mensuales. A pesar del desgaste físico y emocional, nunca abandonó. “Yo estaba viviendo de mi sueño”, afirma. La recompensa no era económica, sino emocional: trabajar de lo que ama.

Posteriormente, una entrenadora que conoció en un curso le ofreció unirse a su gimnasio, Circuit Fitness, permitiéndole trabajar bajo su propia marca personal: Calisthenicson. Esta nueva etapa supuso un giro radical en su situación: mejores condiciones laborales, más alumnos, y el reconocimiento de una comunidad que empezaba a apreciar los beneficios de esta disciplina.

¿Qué es la calistenia y por qué practicarla?

La calistenia es mucho más que hacer dominadas o flexiones. Es una disciplina funcional que trabaja el cuerpo de forma integral. “Entrenás fuerza, agilidad, flexibilidad y movilidad en cada sesión”, explica Agustín. Además, promueve un enfoque más natural del movimiento, alejándose del uso de máquinas y patrones artificiales.

Uno de los aspectos más poderosos de esta práctica es su impacto en la salud mental. “Requiere concentración y dedicación. Estás tan enfocado que te olvidás de todo lo demás. Es una especie de meditación en movimiento”, aseguró.

Para quienes deseen iniciarse, recomienda comenzar con ejercicios simples: flexiones (lagartijas), flexiones australianas (una variante más sencilla de la dominada) y sentadillas. Lo más importante, dice, es avanzar de forma progresiva y no dejarse intimidar por lo que se ve en redes sociales. “No tenés que empezar haciendo acrobacias. Todo es un proceso.”

Una comunidad en crecimiento

Calistenicson, la marca de Agustín, se ha convertido en un punto de referencia local para quienes buscan una alternativa al gimnasio tradicional. La mayoría de sus alumnos son personas de mediana edad, pero también entrena adolescentes y adultos mayores. Por el momento, no trabaja con niños, aunque no descarta hacerlo en el futuro.

Según su experiencia, muchas personas llegan al entrenamiento con dudas, inseguridades o miedo al “ridículo”. Pero rápidamente descubren que la calistenia no es solo para atletas, sino para cualquiera que quiera mejorar su salud y bienestar. “Hay ejercicios adaptados para todos los niveles”, señaló.

Agustín también hace hincapié en la importancia de la alimentación. Como se trabaja con el peso corporal, cualquier aumento o pérdida de masa influye directamente en el rendimiento. Por eso, promueve una dieta equilibrada y consciente, sin caer en extremos. “No hay que vivir a pollo y lechuga, pero sí tener autocontrol y cuidar la energía que le damos al cuerpo.”

Más allá del entrenamiento: una historia de vida

Detrás del entrenador disciplinado y apasionado, hay una historia humana de lucha, constancia y apoyo familiar. Agustín agradece especialmente a su madre, a quien reconoce como su principal sostén emocional. “Sin ella, no estaría acá”.

Hoy, con su estudio en funcionamiento y una comunidad que crece, Agustín no solo entrena cuerpos, también inspira vidas. Su presencia en redes sociales –donde documenta desafíos personales como sostenerse en paro de manos cada vez más tiempo– ha motivado a muchos a intentarlo.

Animarse a empezar

Para quienes aún dudan, su mensaje es claro: “Lo más difícil es el primer paso. Una vez que lo das, todo empieza a fluir. La calistenia no es solo un entrenamiento, es un camino de autoconocimiento y crecimiento personal.”

Desde su espacio en Chiazzaro 136, Agustín Martínez continúa transformando la vida de quienes se animan a colgarse de una barra, a confiar en su cuerpo y, sobre todo, a creer en sí mismos.

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