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En términos anuales, la pobreza afecto a un  10,1% aproximadamente 348.000 personas, lo que implica que se a mantenido estable en relación al año anterior. No obstante, si se considera 2019 como punto de referencia, el incremento de la pobreza fue de 1,3 puntos porcentuales. Al analizar las cifras por franjas etarias, se comprueba que la pobreza, entre los menores de seis años cerró el año en 20,1%, cuatro décimas por encima del nivel que tenía en 2022; que era de 19,7%;  y 3,1 puntos por arriba del registro correspondiente a 2019 (17%). En este último caso, el salto es relevante.Lamentablemente la pobreza en la niñez en el país, duplica el promedio de la población. 

Situación que según la Cepal, establece que Uruguay,  presenta una infantilización de  la pobreza en relación a la región. Conviene dejar en claro que Uruguay no posee la tasa mayor de pobreza infantil, pero sí la diferencia más alta frente al promedio general. 

Por lo que la incidencia de la pobreza infantil es más de nueve veces mayor con relación a la enfrentan los adultos mayores, es decir 65 años en adelante, que es de 2,2%.

También la incidencia de la pobreza es mayor en los casos donde la mujer es cabeza del hogar,  un  8,8%  en comparación  donde el referente es masculino:4,8%, y es mucho más alta para la población afro donde marca un 19,5%.

Todo dentro del crecimiento acumulado de la economía fue de casi 3% entre 2019 y 2023. De hecho, la pobreza, notoriamente se mantiene en los niveles señalados, desde hace muchos años.

En 2023, la economía creció solo 0,4%, como reflejo de la grave sequía que afectó a la producción agropecuaria. En el presente año, se espera que el crecimiento de la economía se recupere, pronosticándose un 3,2%, lo que se deberá confirmar en los hechos. Algo que estaría impulsado por las exportaciones, el consumo privado, todo respaldado por mejoras en el mercado laboral y una inflación dentro del rango meta del Banco Central del Uruguay.

Sin embargo, si se analiza el comportamiento económico de la última década, se comprueba que desde 2015, se enfrenta un reacomodo de los precios de los commodities, que se inició desde la crisis provocada por la pandemia de COVID-19, y los cambios climáticos como la severa sequía que afectó al país entre octubre de 2022 y agosto de 2023. 

A pesar del contexto desfavorable, Uruguay mantuvo una estabilidad económica y social, donde persisten disparidades, explicadas, por limitaciones estructurales que dificultan un mayor desarrollo. Actualmente, el 6% de la población vive en situación de pobreza, utilizando la línea internacional de pobreza de US$6,85 por persona por día, diferentes a los parámetros propios comparativos del INE para esta medición.

Es muy difícil traducir en una estadística la dura realidad que enfrenta cada hogar que se encuentra bajo la línea de pobreza, cualquiera sea el contexto, pero de lo que se trata, en una visión macro, es de saber dónde se está parado para promover políticas que tengan en cuenta esta realidad y generar consensos en el sistema político para llevar adelante políticas que se sostengan más allá de un período de gobierno, de forma que la continuidad lo haga sustentable.

Y este es el punto: es impensable, y va contra todo sentido común, que la política se limite a las transferencias de recursos desde el Estado, para encontrarse que cuando se terminan los recursos, como fue el caso tras el cierre del ciclo de bonanza por los altos precios de los commodities hasta 2015, ya el Estado no cuenta con el dinero que obtenían de la comunidad para sostener estas políticas voluntaristas.

La respuesta, como pie para la sustentabilidad de las políticas, debe ser la búsqueda de condiciones para crear más riqueza mediante inversiones de capitales de riego, con la consecuente creación de fuentes de empleo y reciclaje de recursos en el tramado socioeconómico. Ello permite desarrollar acciones dirigidas al autosustento de los grupos en esta situación, con creación de oportunidades laborales y el componente cultural de capacitación y educación, así como de promoción de hábitos de trabajo y salida de contextos culturales muy negativos para las nuevas generaciones.

Todo apuntando a que se entienda y valore el esfuerzo y las capacidades del individuo para superar las adversidades, en lugar de promover el asistencialismo que no soluciona el problema y si asegura la permanencia del pobrismo, lo que indudablemente no es lo deseable y que compromete al accionar político populista que por no cumplir con algunos deberes, llevó a esta dolorosa realidad.

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