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El nombramiento de un nuevo Papa fue el tema central ayer, del mundo entero podría decirse. Su primer discurso también acaparó la atención de todos. En ese discurso, la palabra que más se repitió fue “Paz”. Fue ese el concepto que sobrevoló en todo momento. Sin dudas que el mundo aplaude este pedido, este deseo. Y en ello podemos detenernos a reflexionar y escribir mucho. Se puede pensar en lo macro y en lo micro.

Seguro que el Papa, lógicamente por su investidura, por ser figura universal, habla sobre todo de lo macro. Habla de la paz, refiriéndose que no haya bombardeos, masacres, niños pasando hambre, poblaciones con falta de medicación o hasta de agua. Habla de tranquilidad a nivel macro.

Pero qué bueno que trasladáramos todo esto también a lo micro, al aquí y ahora, de pequeños lugares como Salto o la ciudad o pueblo que sea del universo. Y cuando escribo “lo micro”, pienso: qué bueno que la paz tan reclamada por el Papa se extendiera a que ya no haya personas a las que (un día sí y otro también) se las asesina para robarles 100 pesos; a que ya no haya barras de gurises que se pelean y terminan todos lastimados cuando salen de un liceo; a que desayunar y almorzar en la escuela sea solo una cuestión de socialización y no la necesidad de muchos niños porque son sus únicas comidas diarias; a que cada persona tenga un techo digno, con agua, luz eléctrica, saneamiento; a que no haya un solo joven que se niegue a ir a estudiar porque sufre discriminación por tal o cual rasgo…

¿Acaso acceder a todo eso no es también vivir en paz? Por supuesto que sí.

Y cuidado que pensándolo bien, no son cuestiones tan “micro”. Según desde qué lugar se lo mire. Es decir, que un niño no tenga otra comida en el día que la que le ofrece la escuela, o que de pronto se encuentre que asesinaron al padre para robarle la recaudación en el comercio que atiende diez o doce horas por día, pueden ser pequeñas para el mundo, pero para él son enormes, ¡son el mundo para él!

Ayer en un programa de TV, un profesional de la salud mental de nuestro país, explicaba que cuando se analizan cuáles habrían sido los principales “motivos” de un suicidio, siempre son cuestiones que para el común de la gente son “pavadas”, “poca cosa”, “detalles”, “problemas que tenemos todos”, sin embargo, para quien las sufre, son asuntos literalmente decisivos entre la vida y la muerte.

Volviendo al tema central de esta nota…Seguimos pensando en el discurso que dio ayer el nuevo Papa León XIV. Por supuesto que estamos completamente de acuerdo con su grito de paz. Imposible estar en contra. Una cosa no quita la otra: que se reclame paz para el mundo, no significa que no se piense en la lucha diaria de lo más “pequeño” de cada rincón. Y “pequeño” lo escribimos así, entre comillas, por lo ya dicho, ¿pequeño para quién?

En definitiva, ayer se habló también de la esperanza. Y bienvenido sea que la humanidad tenga fe y esperanza en un mundo mejor. ¿Qué nos queda si no? ¿En qué nos queda creer? Nos quedamos con ese deseo. Ya habrá tiempo de razonar en otro momento, en estas mismas columnas, sobre cuestiones religiosas, políticas y filosóficas del nuevo Papado. Ahora no, ahora nos quedamos más entrecasa, con cuestiones más cercanas, más cotidianas, ¿cuestiones “micro”? No, ni tanto, porque ¿micro para quién? Pregúntele a un niño de un asentamiento cualquiera de Salto, que no logra satisfacer sus necesidades básicas, si esto de lo que estamos hablando es “pequeño”…

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