Una nueva y anunciada tragedia en Ruta 3
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Por José Pedro Cardozo
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director@laprensa.com.uy

Ayer, en lo que prometía ser una jornada intensa pero alegre, por el inicio del largo asueto de turismo y la llegada de miles de turistas, tanto en Salto como en Paysandú, una nueva tragedia sacudió a ambas comunidades. A la altura del kilómetro 470 de la Ruta 3, entre Parada Daymán y el puente homónimo, una mujer de 46 años —conocida y querida en el ámbito local salteño, especialmente por su compromiso político— perdió la vida en un accidente de tránsito. Su fallecimiento no solo enluta a su familia y allegados, sino que vuelve a encender una señal de alarma sobre un drama cotidiano que, pese a su frecuencia, no ha logrado movilizar cambios estructurales urgentes.
La Ruta 3, General Artigas, es una de las principales arterias viales del país. Conecta el norte con el sur, y es clave para el transporte internacional: mensualmente, entre 800 y 1.000 camiones provenientes de Argentina, Brasil y Paraguay transitan por ella, transportando cargas hacia el puerto de Montevideo, con destinos en Europa, América del Norte, América Central, África e incluso Asia. Intensa circulación, que sumada a la normal de nuestra gente, eleva exponencialmente el riesgo de siniestros viales, especialmente en tramos con infraestructura y señalización insuficiente a lo que se suma escasa fiscalización.
Mientras algunas rutas nacionales han experimentado mejoras sustanciales —como las rutas 5, 8 y 9, con tramos de doble vía que aumentan notablemente la seguridad—, la Ruta 3 sigue siendo en gran parte una carretera de calzada simple. Desde San José hacia el norte, los usuarios de esta ruta carecen de las garantías básicas que podría ofrecer una doble vía o un mayor control de velocidad y carga.
La siniestralidad en Uruguay es una de las problemáticas más urgentes y persistentes. Según datos de la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), en 2023 fallecieron 422 personas por accidentes de tránsito. En 2024, la cifra aumentó a 434, lo que representa un crecimiento del 2,8 %. Además, el año pasado se registraron 21.597 siniestros, con un total de 27.300 personas lesionadas. Esto equivale a un promedio de 75 personas lesionadas por día. En otras palabras: cada día, más de una familia uruguaya queda marcada por una pérdida o una herida. Estas cifras no son solo estadísticas. Detrás de cada número hay una vida, un rostro, un proyecto truncado. Por eso, es inadmisible que sigamos naturalizando esta realidad sin exigir respuestas contundentes. La solución no depende únicamente del Estado, aunque es imprescindible que se aceleren las obras de infraestructura vial, especialmente en rutas de alta circulación como la Ruta 3. También se necesita una ciudadanía comprometida con la seguridad: que respete las normas de tránsito, evitar distracciones, no conduzca bajo efectos del alcohol o las drogas, y que además no vacile en denunciar imprudencias, que lamentablementes las hay.
La educación vial desde edades tempranas, campañas sostenidas de concientización, tecnología para controlar el exceso de velocidad y puntos críticos bien señalizados son herramientas al alcance de nuestras autoridades. Solo se necesita voluntad política, planificación y, sobre todo, sensibilidad ante una problemática que ya se ha llevado demasiadas vidas.
La tragedia ocurrida ayer no debe ser solo un titular más. Debe ser el punto de inflexión que impulse acciones reales, sostenidas y efectivas. Porque no podemos permitirnos seguir lamentando lo que, con decisión y compromiso, podría evitarse.
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