Fin del cepo ¿coletazos para el comercio uruguayo?
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Por el Dr. Luca Manassi Orihuela
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lucamanao@gmail.com

El viernes 12 de abril, el gobierno argentino oficializó el fin del denominado “cepo cambiario”, una medida que desde 2019 imponía controles estrictos a la compra de divisas -particularmente dólares- por parte de personas físicas. Con esta medida, el acceso al dólar dejó de estar limitado y la cotización pasó a regirse por un esquema de flotación, con bandas estimadas entre los 1.000 y 1.400 pesos argentinos por dólar. Este cambio marca el cierre de un largo capítulo de la política económica argentina y abre interrogantes sobre sus efectos en Uruguay, particularmente en los departamentos fronterizos.
Para los uruguayos, y especialmente para el litoral, el fin del cepo es una noticia que puede tener un impacto concreto. Aunque hoy en día los precios en Argentina ya no resultan convenientes como hace un año, la normalización cambiaria y la previsibilidad que podría traer consigo este nuevo esquema merecen atención por parte de comerciantes, consumidores y autoridades.
Durante los años de mayor diferencia cambiaria, el cruce hacia Argentina se volvió una práctica habitual. La combinación de precios bajos, devaluación acelerada y control de divisas incentivó el turismo de compras, afectando muy directamente al comercio uruguayo. Según datos de la Universidad Católica, la brecha llegó a superar el 100% en algunos rubros a mediados de 2023.
Sin embargo, ese panorama comenzó a cambiar. Desde hace varios meses, la brecha entre precios de ambos lados del río se ha estabilizado por debajo del 25%, y ya no son mayoría los uruguayos que cruzan por productos cotidianos. En su lugar, hay una recuperación progresiva del comercio local. Las cámaras empresariales del litoral han reportado un aumento en la actividad, aunque con prudencia, conscientes de que el contexto regional sigue siendo volátil.
El fin del cepo no implica automáticamente una mejora del poder adquisitivo argentino ni una devaluación abrupta. De hecho, parte del objetivo del nuevo régimen es evitar justamente esas reacciones bruscas. Por eso, en lo inmediato, no se espera un cambio sustantivo en los hábitos de consumo transfronterizo. Aun así, el nuevo escenario podría tener efectos indirectos que conviene monitorear.
Uno de ellos es la posibilidad de que, con mayor acceso a dólares, ciudadanos argentinos retomen con más intensidad los viajes al exterior, incluyendo Uruguay. Esto podría beneficiar al sector turístico. No obstante, también podría incentivar compras de productos importados desde Argentina, si el tipo de cambio vuelve a moverse en esa dirección. Son posibilidades abiertas, aún sin señales concluyentes.
Para el comercio uruguayo, el contexto actual ha implicado una disminución de la competencia directa -y en cierto punto desleal- que durante años supuso el abaratamiento de precios del otro lado del río. Esta nueva etapa ha permitido una recuperación parcial en distintos rubros, con márgenes más estables y una mejora en los niveles de actividad. No obstante, se trata de un escenario que sigue siendo sensible a los vaivenes económicos de la región, y cuya estabilidad dependerá en buena medida de cómo evolucione la situación en Argentina.
Desde el punto de vista del consumidor, el escenario actual también ofrece ventajas. Comprar en Uruguay con todo lo que ello implica y sin necesidad de trasladarse, ha vuelto a ser una opción competitiva. En algunos rubros incluso se ha logrado igualar o superar la oferta argentina.
En este contexto, más que apelar al cierre o la contención, en la opinión de este columnista, el desafío parece que sigue siendo el de mejorar las condiciones para que el comercio uruguayo pueda competir: simplificación impositiva, incentivos logísticos, infraestructura, abratamiento de costos. Y por el lado de la ciudadanía, información clara para poder tomar decisiones de consumo conscientes y convenientes.
El fin del cepo cambiario argentino no es una amenaza ni una solución en sí misma para el comercio uruguayo. Es un nuevo capítulo que obliga a mirar con atención una realidad compleja, que mezcla la economía con la geografía, y que se sufre en carne propia de este lado del río.
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