La Prensa Hacemos periodismo desde 1888

Veamos dos datos, uno de acá, de Salto, otro de la Argentina. Un muchacho que hoy trabaja en un supermercado de la ciudad, estuvo tres años y medio realizando tareas laborales en un carrito donde llegó a hacer más de doscientas hamburguesas a la plancha en una noche. Nunca lo registraron en nada de los organismos de contralor. Un día no vio que habían sacado la escalerita y al salir se cayó y golpeó todo el cuerpo, incluso buena parte de un costado de cintura y espalda le quedó con moretones negros que resaltaban más por lo blanco que es de piel. Se asustó, fue al médico y le hicieron estudios de los que salió bien pero que incluso temieron por el riñón de lo brusco del golpe. Al final se fue de ese pequeño enclave gastronómico pero, luego de consultar en la Oficina de Trabajo, "arregló" para cobrar cinco mil dólares por licencias, aguinaldos, despido.

El patrón aceptó y le está abonando diez mil pesos por mes para quedar todo en orden; claro, hablamos de un arreglo entre partes donde ambos se comprometieron a terminar la relación en buenos términos a pesar de los avatares que sufrió el trabajador y que no fueron contenidos como corresponde por no estar formalmente inscripto como tal. Es que era tanta la necesidad de trabajo del hombre que agarró viaje y se fue "comiendo" por ejemplo las licencias en tiempo y dinero hasta que al final alcanzó el arreglo de marras. Pero si el dueño del comercio se hubiera negado habría un juicio, largo, muy largo, de por medio y un trabajador esperando. Pero si miramos Salto, si miramos los repartidores en moto, hoy llamados delivery, que se exponen con su cuerpo al tránsito de nuestra ciudad, cuánto riesgo tienen en motos muchas veces sin matrícula, sin seguro, ellos mismos sin cobertura. Hay una realidad y es la necesidad de trabajo y si el desocupado ante cada oportunidad empieza reclamar lo que debería ser la norma se muere esperando para trabajar y encima lo tachan de conflictivo.

Pasemos ahora al otro ejemplo, en la Argentina hay seis millones de trabajadores formales, nueve millones de informales dicen desde una consultora especializada en temas laborales. Son más los informales que los formales. Esto es clave para entender la historia reciente del sindicalismo. Y probablemente dentro de los formales habrá sindicalizados dos millones. Quiere decir que esta CGT que se acaba de constituir representa probablemente al 15% de la fuerza laboral. Eso le da una debilidad y un problema de representación que explica el silencio del sindicalismo frente a muchísimas crisis económicas que están viviendo, que han vivido durante todo este tiempo. O sea que lo primero que debería hacer el movimiento sindical es empezar a trabajar para formalizar a los trabajadores. Aterra ver lo que le pasa a millones de empleados en la hermana República, que están atados a la nada, que ante cualquier problema no tienen una normativa que los respalde.

Es lógico pensar que en el marco de un tiempo de necesidad laboral la gente agarra lo que venga y no se pone con cosas y lo entendemos, hay que parar la olla y del otro lado puede haber muchos avivados que contratan fuera de la norma aprovechándose de esto. Por eso es clave que desde los gremios, desde los grupos de presión, desde las asociaciones empresariales y ni que hablar desde el Estado y sus múltiples organismos de control insistan en la formalidad del trabajador para que así se pueda jerarquizarla función de los mismos y avanzar pensando en cimentar una sociedad más desarrollada, que de eso se trata para que todos estemos mejor.

 

Comentarios potenciados por CComment

Ranking
Recibirás en tu correo electrónico las noticias más destacadas de cada día.

Podría Interesarte