Quizás Bukele interpretó un sentimiento como nadie
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Por el Lic. Fabián Bochia
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fbochia@laprensa.com.uy

El reporte viene desde un ángulo impensado, el turismo. Un operador del área dice que volvió el turismo a El Salvador, se llena de gente, los vecinos y los visitantes recorren los lugares atractivos, históricos, y que la gente volvió a la calle, los niños ocupan las plazas de la forma que siempre debieron, salvo cuando las bandas criminales organizadas ocupan los espacios públicos. El comercio agradecido.
El fenómeno tiene su correlato en la presidencia de Nayib Bukele que llevó a extremos impensados las medidas de seguridad.
Pero avancemos en esto, hay una recurrencia al Estado como garantista de la seguridad que muestra su brazo fuerte, o muy fuerte. Una reelección, quizás forzada, que era una forma de mantener el sistema y a Bukele en el poder.
Y a la hora de optar la gente le da alrededor de un noventa por ciento de apoyo, pero que podemos decir que es, tirando a la baja, de un ochenta y algo, o sea que de todas maneras es altísimo. Quiere decir que la gente podrá pensar de derecha, de izquierda, de centro o de nada pero a la hora de cuidarse reivindica la actuación del Estado. Y si el Estado le deja la vereda libre, la plaza libre, el shopping tranquilo, la estación de trenes y de ómnibus en paz, donde se puede ir al baño sin que te roben, donde se puede ver jugar a los gurises, encuentra lo que quiere que es paz para vivir. Después viene el trabajo, la vivienda, la educación, la salud, pero sin seguridad no hay nada. De qué vale un buen sueldo que se gasta en alarmas, guardias, perros, seguros, rejas y cámaras como vivimos muchos de los uruguayos.
Bukele, aún con su carga de mesianismo, encarna lo que el vecino común quiere.
Nayib Bukele ordenó la construcción de la mega-cárcel como parte de su campaña contra las pandillas de El Salvador en marzo de 2022. La prisión, que abrió un año después en Tecoluca, está a unos 72 kilómetros de la capital y cuenta con ocho pabellones, con capacidad para albergar hasta 40.000 reclusos, donde cada celda puede acomodar entre 65 y 70 prisioneros.
Los prisioneros del Cecot no reciben visitas ni tienen acceso al aire libre. Además, no se ofrecen programas educativos ni talleres para su reinserción social. En su lugar, algunos prisioneros seleccionados dan charlas motivacionales o participan en rutinas de ejercicio supervisadas por los guardias.
El ministro de Justicia de Bukele ha asegurado que los reclusos del Cecot nunca regresarán a sus comunidades. Mientras tanto, las áreas de descanso, comedor y gimnasio de la prisión están reservadas exclusivamente para los guardias.
El gobierno de El Salvador no actualiza regularmente el número de prisioneros, pero la organización de derechos humanos Cristosal reportó que, en marzo de 2024, el país tenía 110.000 personas encarceladas, incluyendo tanto a los condenados como a aquellos que aún esperaban juicio. Esta cifra supera ampliamente los 36.000 reclusos registrados por el gobierno en abril de 2021, antes de que Bukele intensificara su lucha contra el crimen.
Cristosal y otros defensores de derechos humanos han denunciado diversas violaciones, alegando abuso, tortura y falta de atención médica en las prisiones. El año pasado, Cristosal reportó que al menos 261 personas habían muerto en las cárceles durante la ofensiva contra las pandillas.
En videos producidos por el gobierno, se ha mostrado a prisioneros del Cecot en condiciones precarias, marchando en ropa interior hacia áreas comunes y obligados a sentarse unos sobre otros debido a la falta de espacio y camas adecuadas en las celdas.
Hay, quizás, sin que lo notemos, una vuelta muy interesante de la gente a refugiarse en el Estado ante la inseguridad que en tantas formas asoma y asola en el espacio público.
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