Se gastó un platal en la CHN
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Por Mario Kroeff Devincenzi
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mkroeff@laprensa.com.uy
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Yo no puedo creer que se haya gastado un platal, público y privado, millonario en dólares, para construir la Central Hortícola del Norte, y que ahora ya pronta este transformada en una tapera gigante destinada al fracaso más impresionante de los últimos tiempos.
Todo lo que rodea al emprendimiento es un desastre completo, de lo primero a lo último, no se salva nada ni nadie, ni siquiera los comunicadores que siempre le dieron bombo y mucho menos a los políticos y gremialistas, su gran mayoría tocaron cielo y tierra para concretar la obra de una vez por todas. Es un monumento a la estupidez humana y al despilfarro flagrante. Es algo así como el Antel Arena del Norte con la diferencia que aquel por lo menos fue inaugurado y funciona de vez en cuando con algún concierto internacional o encuentro multitudinario, mientras que este yace en el olvido, una estructura muerta en el paisaje sub urbano, con el deterioro del abandono y sujeta al vandalismo propio de esas moles de hierro y hormigón.
Casi unánimemente clamaron por su construcción y terminación, que por supuesto no fue ni en tiempo ni en forma. Partiendo de la base que nunca fue un negocio rentable, no estaban dadas las condiciones, la única viabilidad esta asentada en la buena voluntad de los operadores del sistema, los productores vendedores y los compradores y transportistas de la mercadería: solo intenciones y luces de colores pero lejos de capitalismo eficiente y rentable. En los papeles podía funcionar pero en la realidad distaba de concretarse con mediano éxito.
Empezando que tanto el Estado, a través del MGAP, la Dirección de la Granja, la Intendencia de Salto, entre otros aportantes monetarios e ideológicos de la CHN en realidad fueron lisa y llanamente estafados de un negocio que no era tal, que nunca lo había sido y que se largó a la acción y desafío de su concreción con el anhelo de mejorar los números de los productores y generar puestos de trabajo, conformar un mercado dinámico y activo en todo el entorno del mismo. En realidad un espejismo en medio del desierto, en la medida que nos acercamos a la presunta visión del paraíso terrenal, esta desaparece, se esfuma, se hace invisible a la percepción y goce humanos.
Como se embarcaron las autoridades a esta aventura sin final feliz. Unos y otros prendidos de un hilo de ilusión los embaucaron para invertir millones de dólares en un monumento a la desidia. Como el pastorcito mentiroso ¿que nos queda para otros emprendimientos que precisarían de la ayuda y financiamiento estatal? ¿quién nos podrá creer en el futuro?
Algunos productores salteños, en un número mayor a la veintena, ya compraron y alquilaron lotes y puestos en la CHN: estarían a la espera de su apertura. Pero resulta que lo más básico todavía no está resuelto o mal hecho. Los locales para la mercadería de oferta y en tránsito no son los adecuados, no tienen la protección para el sol, la lluvia y el viento, además no se cuenta con el servicio de frio, elemental para el negocio de frutas y verduras. Todo lo que implicaría mayores gastos de inversión edilicia y maquinaria, además de aumentar gastos comunes y administración del emprendimiento. La zona de exclusión de venta de los productos en cuestión en el área urbana es un tema candente, no aceptado y cuestionado por muchos. Además las nuevas autoridades que asumirán próximamente pretenden comenzar de cero en el análisis de toda la materia: esto se va para largo.
Y por último, no menor, la desazón y decepción provocada a la sociedad salteña ilusionada en la concreción del emprendimiento, un negocio local, con producción propia, con fuentes de trabajo directos e indirectos, un golpe de gracias a la centralización del mercado. Una lástima…
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