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Es común que escuchemos decir que “la intendencia es la empresa más grande de un departamento”, y también (sobre todo en los últimos años y durante diferentes administraciones) que la Intendencia de Salto “está en un pozo económico”, “está fundida” o al menos en un estado financiero muy complicado. De lo que no hay dudas es que tiene un endeudamiento enorme. A eso, cada uno de los candidatos que se presentarán el 11 de mayo lo tiene claro y todos coinciden en que es así. Después, lo que varía es a quién culpan unos y otros, pero ese ya es otro tema. Ahora bien, ¿cómo es posible que la empresa más grande, más potente, más poderosa del departamento, esté siempre con números en rojo? Porque se podrán decir que “los números están en orden”, que se paga a proveedores, que no hay atraso en sueldos de funcionaros municipales, etc., pero si hay una deuda grandísima, el problema de dinero existe y punto.

Seguramente las causas son múltiples. Pero hoy apuntaremos a esta hipótesis: la Intendencia se acostumbró y acostumbró al pueblo, a dar mucho más de lo que puede dar, pero además, a dar más de lo que debe dar, a hacer (o querer hacer) más de lo que le corresponde.

Hay ciudadanos que dicen que no les importa la política porque “a mí ningún político me dio nada, todo lo que tengo lo hice yo trabajando”. Y yo pregunto, ¿por qué debería darle algo? Los gobernantes no están para regalar nada a nadie, por supuesto que cada uno tiene que trabajar para tener lo suyo; lo que sí tiene que hacer un gobernante es administrar correctamente lo que es de todos y entonces así cada uno vivirá mejor, pero siempre de su trabajo y no porque le regalen algo.

Yo no sé si hubo un tiempo en que de verdad, en los hechos digo, existió una administración departamental que se ocupara solo del famoso ABC, o siempre fue solo un discurso…Porque además, ¿cuáles serían esas tres cosas? ¿Calles, alumbrado y recolección? ¿Y cuidado de los cementerios dónde lo ubicamos? ¿Y caminería rural? ¿Y mantenimiento de museos? ¿Se da cuenta que nunca son solo tres cosas? De todas maneras, en los últimos años, entendemos que ha habido un exceso: insistimos, la intendencia ha querido brindar mucho más (y del ABC se pasó a una cantidad de cosas que no alcanzarían las letras del abecedario). Así, todo fue creciendo: los servicios, la cantidad de funcionarios (ni que hablar directores, coordinadores, etc.), y también las deudas. He ahí el problema.

Una intendencia debe gestionar los recursos y servicios públicos dentro de su jurisdicción, siguiendo las directrices del gobierno nacional y atendiendo las necesidades locales. Además, tiene que brindar beneficios (ejemplo: servicio de ómnibus) y ejercer controles (por ejemplo en el tránsito). No es poco todo esto. ¿Por qué entonces asumir siempre más y más compromisos? En Salto parece que no se pudiera hacer nada sin pedir plata a la Intendencia. Esa es una mala costumbre, sencillamente porque no corresponde hacerlo.

Pero claro, es una mala costumbre alimentada por los gobernantes de turno. El gobernante, cuando es candidato, no promete un ABC, sino que promete millones de cosas más: generación de empleo, contribuir a la seguridad, facilitar viviendas, y un larguísimo etcétera. Y sí, si no promete, la gente no lo vota. Si promete, puede ser que cumpla, pero le saldrá muy caro, y las arcas de la intendencia no lo podrán soportar.

Al fin de cuentas, lo que deseamos es que llegue un día en que los candidatos asuman, con conciencia, qué le compete a una administración departamental y qué no. Luego, que lo digan claramente en la campaña, que no se desborden de compromisos, y sobre todo, que lo cumplan cuando lleguen al gobierno.

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