La Prensa Hacemos periodismo desde 1888

La pasada semana, en el grupo de WhatsApp de Diario La Prensa, surgió una idea que nos hizo frenar un poco el ritmo diario. Fue el licenciado Fabián Bochia quien propuso que, en este último día del año, quienes trabajamos en el diario dedicáramos algunas palabras personales, sentidas, de balance y agradecimiento. Y acá estoy, intentando poner en palabras lo que pasa por mi mente en este momento tan especial. Cada vez que cerramos un año, inevitablemente “pasamos raya”. Miramos hacia atrás, evaluamos cómo nos fue y, casi sin darnos cuenta, empezamos a proyectar el futuro, ese próximo año que todavía no llegó pero que ya imaginamos. Es parte de la condición humana.

Este año, en lo personal, fue intenso. Tuvimos experiencias muy tristes y dolorosas en el plano familiar. Es lo feo de la vida, pero también es la vida misma. Sin embargo, como suele pasar, el dolor convivió con la alegría. Nos tocó vivir algo maravilloso: el nacimiento de Faustino, que llegó para acompañar a Valentín y llenar nuestro hogar de felicidad. Junto a mi hija y su esposo, vivimos pendientes de cada gesto, de cada movimiento, celebrando la vida en su forma más pura.

También están Santiago y Jennifer, que día a día pelean por armar su camino, estudiando, preparándose para salir al mundo que les tocó vivir, muy distinto al de nuestra generación. Con errores y aciertos transitamos este tiempo breve —porque la vida pasa rápido— intentando fortalecer la familia y darles herramientas para enfrentarla de la mejor manera. Los errores que hoy son experiencia, tratamos de transformarlos en consejos, con la esperanza de que nuestros descendientes no repitan aquello en lo que nosotros nos equivocamos.

Venimos de una familia trabajadora. Mi madre era la primera en levantarse y la última en acostarse. Mi padre pedaleaba todos los días para ir a trabajar en la construcción, en la empresa de Néstor de los Santos. Desde chicos aprendimos a carpir y a sacar el pasto de la quinta antes de salir a jugar, después de la escuela. Crecimos respetando a la maestra y con esos nervios inevitables cuando llevábamos el cuaderno para que lo firmaran nuestros padres si nos habíamos portado mal.

Todo eso ocurrió en nuestro querido barrio Artigas de Salto, un barrio de inmigrantes, trabajador, con más de 120 años de historia. Aunque en la última década vivió una explosión demográfica, con nuevas construcciones y empresas, el progreso siempre fue parte de su identidad. El barrio tuvo Juzgado de Paz, microcine, el primer club de bochas “El Chanta 4”, fundador de la Liga Salteña, y hasta el primer correo aéreo que salió con cartas rumbo a Montevideo. El matadero fue motor de desarrollo, y de allí salieron los mejores cuchillos de Salto.

Y hoy quiero unir todo eso con el diario. Porque Diario La Prensa, fundado en 1888, me dio la oportunidad de crecer, de investigar, de creer. Participamos en una investigación periodística en la Organización de Prensa del Interior (OPI) y la ganamos. El primer OPI para el diario llegó desde barrio Artigas.

Eso me llena de orgullo. Seguiremos haciendo historia. Con trabajo, memoria, agradecimiento y la convicción de que el periodismo, cuando nace del barrio y de la gente, siempre deja huella.

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